Los spots de campaña y el vaciamiento de la política

¿Es la sociedad la que se ha quedado muda o la política la que se ha vuelto sorda? ¿O viceversa?

De otra manera, no podría digerirse ésta inflación de vocablos para intentar describir la pauperización de una campaña electoral que a días de su hora de la verdad no sólo nunca consiguió arrancar, si no siquiera justificar su razón de ser.

¿Será el domingo un punto límite para el abismo de suprema decadencia?

¿Podrán los resultados servir como alarma para intentar elevar aunque sea un poquito el nivel de algo?

El denominador común, o si se quiere el único elemento movilizador de todas las campañas, fue la búsqueda de spots que resulten, según esas palabras que suelen ponerse de moda, tener su momento de gloria y luego gastarse, “disruptivos”.

El tema es que entre la disrupción y el ridículo, o por lo menos el absurdo, el límite se tornó, en bastantes casos, difuso, confuso  e indefinido.

Sin contar un vacío que muy lejos parece estar de llenarse con la bronca imperante, la decepción y la impotencia de aquellos que dicen situarse por fuera de la tan mentada grieta para liderar a quienes están hartos de antagonismo.

Responsables fundamentales de este costosísimo desaguisado sin dudas son los políticos, sometidos hasta límites indignos a los postulados de especialistas en marketing y publicistas que se las tienen que arreglar como pueden para instalar y tratar de vender un producto en el que no cree nadie.

Si no hubiera para los millones de votantes la obligación de terminar comprando alguno, aunque sea por descarte, es probable que el esmero que estos gurúes canalizan a través de la impunidad de saber que de todas maneras una gran mayoría va igual a votar, se conduciría por senderos un poco más constructivos que la sobreactuación de una familiaridad que no se traga nadie…

¿O puede aspirar a ser serio un país donde el presidente de una cámara legislativa diga “tiene la palabra el diputado Colo” o alguna chabacanería por el estilo?

Pero no menos culpables son los medios de comunicación y un “periodismo político” que es mucho más lo segundo que lo primero y termina siendo un apéndice de aquel polo de poder en el que deciden revistar.

¿O es muy larga la lista de empresas o programas que hayan propiciado debates serios, discusiones profundas o exigencias de tomas de partido fundamentadas sobre temas cruciales?

Y ante la negativa de los actores a tomar parte de una convocatoria de esta índole, asumido una postura crítica y proceder a fulminarlos ante la opinión pública por una desidia que debería inhabilitarlos para aspirar a cualquier representatividad.

Quienes se esperanzaron con que Facundo Manes y su supuesta “chapa” de “neurocientífico” podría suponer una elevación de la vara, se llevaron flor de chasco, más allá de cual vaya a ser el resultado del domingo.

O el tipo no consiguió patear el hormiguero o el hormiguero se las arregló para meterlo adentro y neutralizarlo.

A nivel local, la sorpresa inicial de la nominación de un “famoso” como Lorenzo Natali al frente de una lista seccional, tampoco llegó a mover el amperímetro, ni siquiera ante el nerviosismo del establishment tradicional de “Cambiemos”, “Juntos por el Cambio” o ahora “Juntos” por la presencia de un elemento extraño para lo rápido que se habían acostumbrado a hacer y deshacer a su antojo.

Al candidato oficialista local, actual secretario de Gobierno de un municipio sobre el que arrecian críticas de una calle que no encuentra quien los represente en su descontento, nada consiguió hasta aquí sacarlo de la comodidad de saber que tanto Manes como Santilli le terminarán siendo tributarios a su caudal y su mayor “acción de campaña” fue avisar que le decían “Chopper”…

Otra vez la pregunta: ¿Si llega a presidir el Concejo Deliberante y pidió el voto desde tal apodo, cuándo tenga que hacer valer su investidura como segunda autoridad política de la ciudad aceptará que algún vecino o par opositor le espete un vulgarote “Escuchame Chopper” en lugar del reglamentario “Señor Presidente”?

La culpa nunca es del chancho

De la vereda de enfrente, si bien no se puede dejar de reconocer la dignidad de que, en la senda de lo emanado desde arriba por Victoria Tolosa Paz, desde la lista liderada por Gisela Ghigliani aunque sea se inicializó una propuesta o plataforma integrada por algunos temas relevantes, el poder ponzoñoso de las fotografías de la “jodita” presidencial en plena pandemia es tan paralizador que no deja otra que quedarse en el molde.

Al menos si de salir a buscar votos en sectores no demasiado proclives a votar peronista se trata.

Podrían decir la verdad más verdadera y proponer la sensatez más sensata, y terminar de recibir inexorablemente una respuesta parecida a esta: “Todo lo que quieras, pero mientras a mí no me dejaban ver a mi vieja enferma y me fundía en el negocio, tu presidente armaba una festichola en Olivos y al otro día nos trataba de antipatrias si pedíamos por favor que nos dejaran laburar”.

Todo esto, si se quiere, constituye un caldo de cultivo para que en una porción mayor que en otras ocasiones, proliferen, se propaguen y prosperen discursos “antipolítica” del tipo Espert o Milei, a quienes algunos observadores les auguran un caudal de votos mayor que el que preanuncian algunas encuestas.

Pero a no esperanzarse demasiado: también bastante silenciado por lo menos a nivel local, porque un crecimiento de estas expresiones podría suponerse que resta votos en forma directa al oficialismo que regula vía pauta, entre otras cosas, el voltaje de la campaña, el triste espectáculo de los seguidores bahienses de estos “economistas” matándose entre ellos y recurriendo a las mismas (o incluso peores) triquiñuelas y bajezas que tanto le han criticado a la tan vituperada política tradicional, alcanzaría para que cualquiera que evaluara poner alguna sus boletas en el sobre, aunque sea como reacción de rebeldía ante años de decepción, se rindiera resignado una vez más ante el pragmatismo aquel del “más vale malo conocido”.

En definitiva, no sobran los motivos para esperar que algo pueda cambiar para bien, independientemente de los resultados que puedan darse en la costosísima encuesta nacional del próximo domingo.

En todo caso, y para bastante mal, hasta podría deducirse, que sólo terminarán sirviendo, para una profundización de los males que aquejan al sistema.

Porque ante una sociedad que mira muy de reojo todo lo que tenga que ver con el funcionamiento de la política, la puesta en marcha de semejante andamiaje sólo redundará en que se terminen generando nuevas y costosas deudas entre quienes resulten electos y aquellos que sirvieron como mano de obra “interesada” para tal fin.

Entonces no será de extrañar que asesorías, secretarías y designaciones de todo tipo en puestos del Estado, en lugar de en personal capacitado, idóneo y estudioso de aquellas cuestiones sobre las que hace falta innovar y mejorar, sigan recayendo en alcahuetes dispuestos a cualquier tarea, obsecuentes, punteros, reclutadores de fiscales y otros “militantes” quienes, a diferencia de la gran mayoría de la sociedad, sí ven a las elecciones como una alternativa directamente relacionadas con sus futuros personales: es que si “engancha” algo aquel para el que laburaron, en una de esas hasta “pegan un laburo y todo”…

Si la pretensión es de ser justos, a juzgar por la poca monta que se desprende de tanto “spot” con supuestas pretensiones “disruptivas”, nadie podría enojarse demasiado con ellos.

Son tan sólo un síntoma y nunca la causa de un mal, preso sin remedio a la vista de la falsa paradoja del huevo y la gallina.  A no olvidar que la culpa nunca es del chancho…

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