Cuando se busca en el diccionario de la Real Academia Española el significado de “patético”, se encuentran dos acepciones.
La primera, toma al vocablo como sustantivo e indica que sirve para definir aquello que “manifiesta de una manera muy viva los sentimientos de dolor y tristeza”.
La segunda, refiere a la palabra como adjetivo y explica con suma claridad: “dícese de aquello grotesco, que produce vergüenza ajena o pena”.
El inicio de la campaña electoral en el país en general y en Bahía Blanca en particular, cumple con ambas para calificarlo como desbordante de patetismo por dónde se lo intente abordar.
Y para no dejar dudas sobre la justificación del concepto, puede decirse que liderando la decadencia, sin un mínimo de decoro y explorando peligrosamente los límites entre la indiferencia generalizada y la falta de escrúpulos, se situó el intendente Gay con dichos que no sólo otorgan cierta veracidad a sondeos que adjudican a Lorenzo Natali una considerable ventaja sobre Fernando Compagnoni en la puja interna seccional, si no también evidencian un acuse de recibo del impacto que a los mandamases de la franquicia “Cambiemos” (o cómo se llame ahora) en la región, le provocó la designación de su ex compañero en la mañanas de LU2 como precandidato a legislador provincial.
“El único que no puede decir eso de Natali es justamente Gay”, despotricó un ex funcionario de las administraciones de Jaime Linares, entre anonadado e indignado por la mención del jefe comunal respecto que “sólo con una buena imagen no alcanza y hay que ver qué propuestas tiene Lorenzo para Bahía y la sección”.
En una mesa de café en la peatonal Drago, otras dos personas escuchaban con atención, aprovechando la pizca de sol que regalaba el fresco mediodía del lunes.
“No se puede ser tan caradura: ¿justo él que entró a la política por una supuesta buena imagen? ¿O no ganó en 2015 colgado de la parodia de Heidi contra La Morsa? ¿Podrían decirle qué todavía muchos estamos esperando saber cuáles son las propuestas de él y lleva seis años como intendente? ¿Serán los macetones y los autos estacionados en el medio de la calle?”, se quejó.
Y por si hacía falta un poco más, agregó: “Digan que buena parte del periodismo de esta ciudad funciona como un amplificador de lo que les mandan desde el Municipio, tiradores de centros que se amparan en la desmemoria de mucha gente o, peor aún, en que todo chupa un huevo, porque de otra manera, no se concibe que no haya habido uno solo que salga a decirle que es impúdico salir a escupir el mismo guiso con el que alguna vez te mataron el hambre”.
Entonces, otro de los participantes del encuentro, se animó a meter cuchara: “Es como si Blas Giunta saliera ahora a decir que no le gusta el fútbol actual porque se raspa mucho en el mediocampo. No es serio”.
El último que quedaba, jubilado de la administración pública nacional, pero también con cierta militancia radical pero buenas relaciones con algunos referentes justicialistas en cuyas gestiones trabajó con comodidad, no sólo asintió, sino que también lo amplió: “Lo grave es que con todo lo que lo aprecio, la noticia política de esta ciudad sea que pusieron a Lorenzo de candidato y con eso tambaleó todo. Y lo más triste es que muchos de mis correligionarios se crean renacidos y reivindicados por que vino un peronista como Monzó y les metió el uno de la lista radical y encima lo festejan como un logro. ¿No vieron las fotos de Facundo Arnaudo y Elisa Quartucci abrazándose con Lorenzo como si fuera una reencarnación de Chacho Jaroslavsky?”.
“Bueno, Quartucci estaba con Virginia, después con Woscoff, después con Gay y ahora parece estar pidiendo pista con Lorenzo”, aclaró aquel que con su mención a Giunta, había revelado no sólo su filiación futbolera si no también su edad.
“Sería bueno que les quedase claro que a Lorenzo no sólo lo puso un peronista si no que quien lo designó, le asignó como tutor a otro peronista como Marcelo Di Pascuale, a quien no van a rapiñar con facilidad”, concluyó la charla el primero, llamó a la moza, se hizo cargo de la cuenta y se fue, según sus propias palabras, “para no hacerse más malasangre”.
Y lo peor es que recién iban pocas horas de que el cronograma electoral marcase el inicio del período habilitado para hacer campaña…
Con todo, una sensación bastante compartida, es que lo de los políticos se parece a esas temporadas de “Gran Hermano” cuando ya la novedad del formato hubo pasado y el rating, alguna vez suculento, cayó a niveles estrepitosos.
Parece que estuvieran en un “reality”, pendientes de otros participantes y tratando de sacarse ventajas y lo peor es que se creen que hay mucha gente mirando y expectantes de lo que ellos hacen y dicen, cuando en realidad, los pocos que reparan en sus acciones y declaraciones, se preguntan si no se dan cuenta de lo que pasa afuera.
“Volvé Jaime, te perdonamos”
Desde una mirada más objetiva, no faltan los que puestos a intentar explicar lo que sucede en la coalición opositora a nivel nacional y oficialista en lo local, ponen el ojo en la ausencia de una conducción nacional de la campaña como la que en otros tiempos supo ejercer el excéntrico consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba, con el ex jefe de Gabinete, Marcos Peña como coordinador y ejecutor.
Mitad en broma, mitad en serio, algún “cambiemita” que aprendió rápido ciertos trucos y sacó buena ventaja de eso, admitió en confianza que entre 2015 y 2019 “hasta lo que debían decir los troles “respondía a una única bajada de línea y si te salías de libreto te llamaban de arriba y te ponían en vereda”.
Con la derrota a manos de Alberto Fernández y, fundamentalmente, de Axel Kiciloff en la provincia, la fórmula cayó en desgracia y lo que siguió no fue algo superador si no una suerte de “sálvese quien pueda” en el que proliferan discursos encontrados y mezquinos.
Y como caso concreto ponen lo que sucede con María Eugenia Vidal y una caída en desgracia, directamente proporcional a su ficticia elevación a una condición casi angelical.
En esa dirección, aunque tal vez no le vaya a alcanzar para ganar votos, pareciera ser un poco menos mamarrachesco lo del Frente de Todos, donde sí hay un eje conductor y, en todo caso, interpretaciones lugareñas que pueden afinar algún matiz, pero nunca se salen de una matriz.
Para esto, es cierto, ayuda que más por pragmatismo que por convicción, impere una unidad que los pone a salvo del “todos contra todos” en que se ha convertido la interna de Cambiemos.
“Imaginate que los muchachos de La Cámpora se estuvieran peleando con el massismo o con el pejotismo más ortodoxo por los lugares y por ver quién gana una PASO: serían veinte veces más sanguinarios que nosotros”, se atajó la fuente amarilla.
Pero eso, al menos esta vez, ya es contrafáctico: aquella metáfora de la bolsa de gatos ha cambiado de espacio protagonista con la diferencia que, lejos de lo que le atribuyen a Perón sobre que, en realidad, cuando parece que los “compañeros” se pelean, están abocados a menesteres reproductivos, por ahora sólo deja al desnudo que quienes se presentaron ante la sociedad como muy distintos a las malas artes del populismo, no sólo no lo son tanto si no que, para algunas cosas hasta pueden ser mucho peores.
Esto en Bahía Blanca se traduce que mientras las huestes de Gay no parecen haber encontrado en este primer round el punto justo de rozamiento para esmerilar a Lorenzo Natali y fundamentalmente, a Facundo Manes (qué es en realidad su verdadero problema), el peronismo consiguió sacarse una fotografía en el Bar Miravalles con casi todos los actores de la película sentados en una misma mesa.
Los heridos de ese lado de la historia (que los hay y muy dolientes) permanecen en silencio y en todo caso esperan el diario del lunes para ver si sacan a relucir su bronca.
Los heridos de enfrente, en cambio, avanzan a tientas entre penumbras, tormentas y dilemas existenciales propios de quienes llegan a dudar no sólo de su propia identidad sino hasta plantearse si alguna vez tuvieron alguna, más allá del marketing.
“¿Nos jugamos por Natali, que nos cayó como peludo de regalo y encima puesto por un peronista y rompemos con Gay que aunque sea nos dio cobijo todo este tiempo?”, se preguntan los pocos radicales bahienses que tuvieron algún tipo de conchabo en la gestión municipal.
“¿Le pegamos a Lorenzo que va a terminar siendo legislador nuestro y ante el imaginario bahiense, no deja de tener el mismo origen que nuestro intendente?”, dudan los macristas/vidalistas devenidos en larretistas, cuando logran por un instante mirar al día después del 12 de noviembre, previa escala en el 12 de septiembre.
Estos últimos, aseguran que se sentirían más cómodos saliendo por ejemplo a confrontar con la hiperactividad digital de la primera candidata a concejal kirchnerista, Gisela Ghigliani, tal vez lo único que parece estar por ahora saliéndose un poco de cierta pulcritud comunicacional que ha impuesto Federico Susbielles como arquitecto de la unidad bahiense.
Pero no pueden ni pensarlo porque por primera vez en una historia demasiado corta para haberse creído duradera, se les armó flor de lío dentro de casa y no hay ni miras de que puedan resolverlo.
Y todo porque un peronista de pura cepa como Emilio Monzó puso a Lorenzo Natali en la lista seccional del radicalismo y descuajeringó lo que hasta ahora parecía ser una casita de material pero, Manes mediante, demostró tener más o menos la misma estabilidad que una torre de “Jenga” de 25 pisos…
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