Debate en TV Abierta entre Precandidatos a Diputados por la Sexta Sección Electoral

Fuertes cruces tuvo el segundo debate de precandidatos que emitió Canal 7 de Bahía Blanca este fin de semana. Con un número más reducido de postulantes en pantalla (8 contra 11) y potenciado por la presencia femenina (especialmente 2 de las 3) ausente en el debate de precandidatos a concejales, el duelo múltiple de aspirantes a diputados provinciales tuvo varios encuentros atractivos. Desde el centro de la pantalla, Aloma Sartor, por momentos monopolizando la palabra y sin atender a los ruegos de los contrincantes que se la pedían de mil maneras y María Marta Corrado, en su preparado regreso a la arena política tras su paso, de alto impacto mediático, por la justicia, marcaron el ritmo. Desde sus atriles y con estilos diferentes, que en varias oportunidades se cruzaron y provocaron chispas entre ambas, salieron también los cuestionamientos más diversos y duros hacia el oficialista Marcelo Feliú, que, demasiado expectante al comienzo, dejó que las dos mujeres, y en menor medida Héctor Gay, ocuparan el centro del ring, para después contragolpear. Los cruces de Feliú con Gay fueron en un tono amistoso, pero con Sartor y Corrado, que tampoco cargaron demasiado sus tintas sobre el periodista, intercambió munición gruesa, especialmente con la última quien a su «sugerencia» de que acompañara más al intendente interino (¿una demostración de que el massismo busca seducirlo?) el legislador replicó con el señalamiento a la «huída» de su líder político, Dámaso Larraburu, del entorno de Alsina 65. Desde el sector izquierdo de la pantalla, el más activo durante el debate, Mauro Vargas, vio cruzar las balas, pero el fuego de artificio no lo distrajo de su prédica anticapistalista y focalizada en las ganancias del polo petroquímico como apetecible fuente de recursos. Más al centro, quedó la gremialista Viviana Marfil, que buscó horadar al oficialismo con énfasis en la difícil cotidianeidad de las dependencias públicas provinciales. En el otro sector del estudio, se ubicaron los dos candidatos más «apolíticos» del grupo. Con escasa participación en los debates libres, Juan Manuel Coria jugó un rol de espectador comentarista, crítico y satírico (llegó a pedir, con sorna, un Migral, para combatir su dolor de cabeza del «bochorno» que le provocaba la discusión entre sus pares) mientras que Carlos Pannelli sorprendió a todos desde el segmento menos esperado (el dedicado a enumerar bienes, amigos y hobbies) cuando, con cierto desdén y escasa precisión, mencionó las «10 ó 12» propiedades de las que dijo disponer.

 

 


Feliú buscó en forma reiterada centralizar el debate en los temas que integran el conjunto alcanzable de decisiones de un legislador provincial y Gay no se olvidó de quien, como De Narváez, a fuerza de venir tantas veces a Bahía Blanca (¿como Scioli con Breitenstein?) lo convenció de dejar al periodismo para incursionar en la política. El (¿ex?) colega fue el único que apeló a algo más que su voz para transmitir mensaje, cuando exhibió tres desvencijados billetes de dos pesos, para sumar los 6 suficientes para comer por día, según el inefable Guillermo Moreno (quien curiosamente desde la secretaría de Comercio tiene como uno de sus principales aliados para varios de sus emprendimientos antiinflacionarios, como la inminente Supercard, a la Cooperativa Obrera, para quien Gay realizó numerosos micro informativos en la radio).

 

Mientras el debate sucedía, a través de las redes sociales, como Twitter, fluían los comentarios críticos para el debate y sus aportes. Un grupo de los más activos en ese sentido (apelando al ninguneo y también al mal gusto) fue el de seguidores del intendente en uso de licencia Cristian Breitenstein, sector político que brilló por su ausencia en ambos debates, ya que ninguno de los 19 postulantes se asumió como defensor ó continuador de su gestión. Más allá de la mención a algunas obras emblemáticas que se finalizaron en sus 5 años y medio de gobierno (como la Terminal de ómnibus ó el aeropuerto, por mencionar sólo dos), quienes lo recordaron lo hicieron de manera crítica. En resumen, su rol en este juego parece ser el de árbitro, pero no porque con su influencia vaya a definir el resultado de la elección, sino por aquello de que recibe los palos de todos y nadie lo defiende ni se acuerdan de él cuando cumple bien con su función.

 

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