(Editorial) – Cristian Breitenstein se autoproclamó el miércoles pasado vinculado a la Democracia Cristiana Alemana (CDU), tal como puede escucharse aquí, y por eso seguramente esperaba ver in situ la victoria de Angela Merkel. No fue un resultado más: después de 15 años, Demócratas Cristianos y Liberales, recuperaron la mayoría en el Bundestag, el parlamento alemán. La adhesión del intendente a esta ideología, definida en sus bases como “popular del centro”, pero en esencia conservadora, fue en el marco de una conferencia de prensa en la que Breitenstein intentó explicar por qué sólo su entorno más íntimo sabía que el día 16 de septiembre emprendió viaje rumbo a Alemania, para retornar, apresurado, a la Argentina el viernes 25 por la noche y a Bahía Blanca en el primer vuelo de la mañana del día 26. Los bloques de la oposición le exigieron respuestas que no pudo dar, ya que Cristian Breitenstein cree que puede hacer lo que le de la gana y escudándose en asuntos personales, no sólo no comunicó su salida del país al Concejo Deliberante, sino que además, montó un operativo de manipulación de la verdad: se lo veía en los partes de prensa municipales recorriendo obras, cuando en realidad estaba del otro lado del Océano Atlántico. En su ausencia, varias personas requirieron la presencia del jefe comunal, pero las respuestas no se ajustaron a la realidad: que estaba en Córdoba, que había viajado a La Plata, que estaba ocupado, que el día 18 había firmado el decreto de incautación de las máquinas de Tarjebus. Y la cosa siguió a su llegada, cuando el secreto quedó al descubierto tras la revelación de Solo Local, cuando todavía volaba en el Boeing 747 que lo traía de regreso al país.
La misma mañana de su arribo a Bahía Blanca, en una entrevista radial, tal como puede escucharse en este link, dijo que sólo había estado fuera del país cuatro días, no quiso decir dónde estuvo ni para qué viajó y todo el tiempo, incluso durante esta semana, mostró una caprichosa y casi infantil manía por negar la realidad, proporcionando ciertos datos como mejor le convenía, como el plazo que duró de su ausencia de la ciudad. Claramente, la Ley Orgánica de las Municipalidades fue violada y no importa si la misma se infringió «un poquito o mucho». No se puede interpretar la ley como mejor le conviene al gobernante: los días no se cuentan desde su partida desde Ezeiza, sino desde el aeropuerto local, ya que el espíritu del texto no distingue entre los viajes dentro o fuera del país.
Por otra parte, la travesía en compañía de su amigo fiel, el director del Instituto Cultural Federico Weyland, -el primer candidato testimonial que supimos ver-, también quedó en la nebulosa. Durante la ausencia de Weyland se dijo que «estaba en Uruguay» y a nadie le consta que el ex candidato a concejal haya acompañado al intendente o al menos que los días de su estancia en el país germano hayan coincidido exactamente con los del intendente. Menos aún cómo financió su travesía.
Nadie midió científicamente en la opinión pública de qué manera la Gira Mágica y Misteriosa de Breiteistein afectó su gestión, pero presumimos que no fue una cuestión menor para la gran porción de bahienses que no avaló la lista de concejales del oficialismo en las elecciones de junio pasado. A ese dato, se suma la terquedad de Cristian Breitenstein, expuesta toda vez que tuvo que hablar del tema, con un pedido de disculpas a medias, sin reconocer falta alguna y sin dar mayores detalles. Nunca dijo: «Me pongo a disposición del HCD y si me convoca, mañana mismo iré al recinto y llevaré todas las pruebas, pasaporte, pases de abordar, invitación, factura del hotel y todo lo necesario para que quede bien claro que los dineros de los contribuyentes no fueron afectados y para que no le queden dudas a los concejales sobre la transparencia de mi accionar». Pero no. Cristian Breitenstein no dijo nada de eso. Su reticencia a dar explicaciones sobre lo que hace, es una constante. No es la primera vez que se va sin decir a dónde. Su política de difusión, por ejemplo, viene negando a los periodistas y por ende a los ciudadanos, un dato de manual, vital en materia informativa: la fecha concreta en las que realiza las acciones que muestra, defecto que nunca había quedado tan expuesto durante la administración de ningún otro intendente, al menos en los últimos 26 años.
A la oposición, que representa a los vecinos que no aprueban la política municipal del intendente, le interesa aclarar varios puntos : La ausencia de información concreta alimenta la duda. Y no pensemos en las implicancias del caso Tarjebus, ya que ese es un asunto particular. Vayamos a la generalidad, a lo que nos afecta a todos: En primer lugar el tema de la infracción a la ley. Luego, la cuestión del financiamiento del viaje, ya que nadie sabe siquiera si alguna organización lo invitó o si decidió viajar por sus propios medios, con lo cual tendrá que demostrar incluso que pagó de sus propias costas los vuelos de cabotaje, a menos que la invitación formal hubiera existido y en ese caso, si su presencia en Alemania no guardó relación con su investidura. Finalmente, la cuestión de la prensa oficial: el hacerle creer a la gente que está en un lugar haciendo una cosa, cuando se encuentra en otro lugar haciendo otra, (tal como se ve en este enlace), es algo que debería dejar sentado un precedente, ya que es evidente el vacío legal en esta materia. Debería existir una ordenanza donde quede perfectamente establecido que cada acción de los funcionarios que se reporta a la comunidad debe, necesariamente, consignar la fecha en que la misma se llevó a cabo.
Probablemente, el ocultamiento del viaje obedeció a que el intendente quiso evitar la silbatina de los portuarios que luchaban en contra del impuestazo del gobernador Daniel Scioli, mientras él paseaba por Europa. Sin embargo, las razones de su viaje guardan relación con su escala de valores; para Breitenstein, el viaje a Alemania estaba en primer lugar. Los portuarios, el impuestazo, Tarjebus, la crisis del agua y otros tantos problemas que tenemos los bahienses quedaron relegados, ya que de lo contrario se hubiera quedado trabajando en su despacho, en vez de volar hacia un destino donde su presencia no revestía mayor importancia, más que la de satisfacer una pasión personal, -la que siente por Alemania-, como él mismo admitió.
Nunca en la historia política de la ciudad, al menos desde el retorno de la democracia hasta nuestros días, la verdad había sido tan ocultada y manipulada, antes, durante y después de los hechos que son objeto de análisis. Los protectores del intendente salieron a minimizar el asunto, quitándole interés a la cuestión y tratando que pase al olvido lo antes posible.
Como dato adicional, su mentor y jefe político, Dámaso Larraburu, trató de hacer creer que él tampoco había sido informado por su protegido, con relación al viaje, cosa bastante difícil de creer. De paso, en una entrevista radial, Larraburu no pudo asegurar que Breitenstein sea precisamente kirchnerista, remitiendo tal cuestión a un deseo.
Pero ocurre que los bahienses no somos tontos. Primero, sabemos que Larraburu y sus seguidores nunca pudieron desprenderse de la cercanía con Duhalde, enemigo político de los Kirchner, cuyas ideologías y concepciones políticas difieren bastante. Segundo, con relación al intendente, a poco de conocer su gestión de gobierno cualquiera pudo darse cuenta que no es un hombre de centro-izquierda. Como el propio intendente ha dicho, él está fuertemente vinculado con la Democracia Cristiana Alemana, partido cuyas ideas no se parecen en nada a las del matrimonio K.
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-090X2006000200004&script=sci_arttext
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1179804
http://es.wikipedia.org/wiki/Uni%C3%B3n_Dem%C3%B3crata_Cristiana_de_Alemania
