(Notas de Usuarios) – «Bahía Blanca pasó de ser una de las más bellas expresiones arquitectónicas del país a convertirse en una masificación habitacional indiscernible, fruto preponderante de los buenos negocios». De manera clara, breve y concisa, el autor de la editorial «La ciudad: un medio para la especulación» pone sobre la mesa un tema que los Vecinos del barrio Universitario por la Identidad Barrial venimos planteando ante las autoridades municipales desde hace 15 años y de manera ininterrumpida. El auge escandaloso que ha tomado la construcción irracional, compulsiva y boba de edificios, con epicentro en el área de la Universidad Nacional del Sur, demuestra con claridad que la planificación urbana ordenada y responsable de la ciudad, que marcha hacia el bicentenario de su fundación, ha pasado del Poder Ejecutivo y Legislativo local (responsables primeros de su ejecución) a un grupo autodenominado de «desarrolladores urbanos» cuyo fin único es el crecimiento desmedido de sus cuentas bancarias sin importar los costos que paga la propiedad pública y privada de Bahía Blanca. No estoy en contra ni de la construcción, fuente de mano de obra importante para el crecimiento económico, ni que las personas, con total derecho, quieran ganar dinero y progresar en la vida; pero también creo que hay límites. El respeto al pasado, a la Historia, es uno de ellos. Y aquí pregunto: ¿cuánto nos interesa conservar, no ya sólo a los bahienses, sino a todos los argentinos, nuestro patrimonio urbano arquitectónico, fruto del trabajo de las generaciones que nos precedieron?.
Uno de los símbolos de la Nación Argentina, el Cabildo de Buenos Aires, fue víctima del mismo «progreso» que nos preocupa hoy en día: en 1889 y 1931, se demolieron 3 de los 5 arcos originales de las alas norte y sur para dar paso a las aperturas de la Avenida de Mayo y la diagonal Presidente Julio Argentino Roca respectivamente, que en un país de 2.780.092 kilómetros cuadrados de superficie podrían haber estado unos metros más allá de donde están hoy sin perjuicio alguno para el histórico edificio. Antes, en 1884, demolieron en nueve días La Recova, edificación similar a una galería comercial, que dividió a la Plaza Mayor (hoy de Mayo) en dos: Plaza de la Victoria y del Mercado. Aunque más cercano en el tiempo, nuestra ciudad no fue ajena a la costumbre de demoler edificios históricos; en la esquina de Sarmiento y Zelarrayán, una casa de fines del siglo XIX fue demolida en 2010 para dar paso a una futura megatorre que ensombrece no solo a los edificios Caviglia y Berardi, sino que también encierra aún más a la Catedral, cuya ubicación se debe a la elección hecha por el brigadier general Juan Manuel de Rosas en 1833. A la lista de demoliciones seriales y compulsivas, que es muy extensa, podemos agregar la casa que perteneciera al doctor Leónidas Lucero (Lamadrid 37), los elevadores de chapa de Ingeniero White, el chalet La Teresa (Avenida Alem al 200) y la Escuela Normal Mixta de Brown y Villarino.
¿Qué tiene que ver barrio Universitario con el Cabildo y La Recova de Buenos Aires y esas edificaciones tan emblemáticas como perdidas de Bahía Blanca?. Como dice la bella Julieta Prandi en un spot televisivo: ¡¡¡todo!!!. Ayer, aquellos monumentos se perdieron para siempre, como hoy se pierden muchas bellas casas del vecindario, porque hubo intendentes y concejales que avalaron su demolición por acción u omisión, sin escuchar antes a los vecinos del lugar que protestaban por la pérdida irreparable de un bien querido.
En lugar de aprobar la expansión de la ciudad hacia los costados, optaron por aprobar un rejunte de edificios en el centro y los barrios sin estética alguna. Dicen que es difícil construir por fuera del éjido urbano porque es complicado dotarlos de servicios; pero esa es la función de un gobierno nacional, provincial y municipal: progreso continuo y ocupar espacios vacíos. Deberíamos empezar a tomar conciencia de la importancia de preservar el patrimonio urbano arquitectónico de la ciudad, en particular, y del país, en general; salvo que por su antigüedad exista peligro de derrumbe y pueda ocasionar daño alguno a las personas, un edificio histórico restaurado puede ser de mucha utilidad en la actualidad. Mientras que en los barrios, resguardar las casas tradicionales, con sus patios y jardines, junto a plazas y parques, ayudan a una mejor convivencia y calidad de vida.
