(Notas de Usuarios) – “Política sin principios, riqueza sin trabajo, comercio sin moral, ciencia sin humanidad, placer sin conciencia, conocimiento sin humildad y religión sin sacrificio” (Gandhi). Hace un siglo atrás Gandhi escribió estas palabras, hoy más actuales que nunca. Creemos que, hasta donde sabemos, el intendente en uso de licencia de Bahía Blanca Cristian Breitenstein y sus funcionarios predilectos han cometido varios de estos “errores capitales”, pero junto a mucha gente que los rodeaba, aplaudía y obedecía. La soberbia y la agresividad en el trato fue el sello distintivo del contador Ramiro Villalba, funcionario que manejó entre bambalinas el área de la Salud Pública Municipal, como amo y señor de todas las decisiones de la operatividad de los recursos de la secretaria. Fue él quien decidía qué se pagaba y a quiénes se contrataba. Fue él quien ordenaba qué concurso se haría o no. Fue él quien argumentaba sistemáticamente No a la bonificación que pedíamos para los profesionales de planta, porque supuestamente “la municipalidad no contaba con los recursos que tiene la provincia de Buenos Aires para otorgarlas”. Fue Villalba quien fundamenta un octavo pecado capital: soberbia con ignorancia. El por entonces secretario de Economía del municipio, junto a su par de Gobierno Fabián Lliteras, fueron quienes decían una y mil veces No a cuánto reclamo salarial expusimos, y de manera burlona y agresiva nos enrostraban que lo único de lo que sabíamos hablar era de dinero.
Estos sujetos, que no por casualidad surgen como actores importantes en el agujero negro en que se transformó el COPROTUR, son quienes, sin desconocer las necesidades imperiosas que sufre el actual sistema público de salud, nos atendían con displicencia e indiferencia a la hora de discutir mejoras para la atención de pacientes de la ciudad y para la labor de trabajadoras y trabajadores del sector. Seguramente les llegará la hora de explicar ante la justicia (deseamos que con menos altanería y mayor claridad) que pasó con los 14 millones de pesos que a discrecionalidad de determinados funcionarios públicos se manejaron para no se sabe bien qué.
Estamos a favor de la Cultura en todas sus expresiones cuando es legítimo su financiamiento y llega a todas y todos. Estamos de acuerdo en solventar el desarrollo cultural de la ciudad y la región, pero con la ineludible responsabilidad, coherencia y transparencia de poder explicar en qué, cómo y cuánto vale esa decisión política. Porque acá, y claramente quedó determinado por los mismos actores que así lo expresaron, hubo una decisión política arbitraria de dónde gastar ese dinero (o más).
La misma decisión política que saca de un lado para poner en otro. Y eso sí repudiamos y queremos discutir con los que alentaban al actual secretario de salud Diego Palomo a disminuir puestos de residentes, precarizar a los profesionales de la Salud, ofrecernos una escala salarial que dejaba afuera a casi el 50% de nuestros compañeros (escala en la cual quien permanece en el sistema durante 20 años cobra 120 pesos más).
Igual decisión política que elige “invertir” en espectáculos que no se desarrollaron o en espacios de esporádica participación ciudadana y No en adquirir sillas suficientes para que familiares y profesionales se puedan sentar en el Hospital Municipal, o refaccionar parte de sus dañadas instalaciones (producto del uso sin pausa y el paso del tiempo) o comprar monitores, o sumar profesionales de guardia, etc, etc, etc.
Entendemos que los 14 millones de pesos no pueden destinarse íntegramente al área de salud, lo que no entendemos es por qué nunca había plata para estas pequeñas mejoras que señalamos, que reivindican derechos más allá de optimizar el servicio que se brinda a la comunidad.
Es perverso e indignante el hecho de “mantener en el piso de la posibilidades” el costo del nivel de atención, tanto en la complejidad o no. Y eso está pasando. Sino analicemos el fracaso desde todo punto de vista del “Tren Sanitario” que atiende una demanda que debería ser satisfecha por el primer nivel de atención. ¿Donde están la “ecografía para todos” o la mamografía ambulante?
Podríamos exponer muchos ejemplos más, pero no queremos extendernos en este valioso espacio de difusión que nos brindan. Nos queda la triste tranquilidad de haberle advertido al doctor Palomo “quién era Ramiro Villalba” y es más, le pedimos no tratar solo con él los temas salariales, a lo cual siempre nos respondió que no lo conocíamos. Doctor Palomo: sí lo conocíamos y sabíamos qué clase de funcionario y político es.
Lamentamos que ahora sea el Concejo Deliberante de la ciudad, el ámbito elegido por el oficialismo local para “guardar en sus bancas” a funcionarios de dudoso accionar en la gestión pública, que no se manejan con códigos éticos, que no son reconocidos por su vocación de “dialogar”, que no explican ante la justicia las irregularidades de sus desmanejos. Aunque el intendente interino Bevilacqua insista en “seguir hasta las últimas consecuencias para aclarar lo ocurrido”, no advertimos una honesta decisión política de que “mientras tanto se aclare” las y los responsables de este despilfarro de fondos públicos, esperen en sus casas, y no en el recinto legislativo dónde siguen discutiéndose las normas vigentes de convivencia y transparencia.
