(Notas de Usuarios) – Como un ejercicio de verano y en procura de aportar a entender como, en los tiempos que corren, se reparten los naipes en el juego del poder en la ciudad de Bahía Blanca, tal vez, sirva trazar un paralelo con dos situaciones históricas muy lejanas en lo cronológico y en lo geográfico pero, en los hechos, perfectamente aplicables a la realidad local. La primera se relaciona con lo ocurrido en la decadente Chicago en épocas de la “Ley Seca”, cuando el legendario Al Capone pudo edificar un auténtico imperio de corrupción a partir del contrabando de alcohol y de un curioso sistema de “venta de protección” que terminó por contaminar prácticamente todos los estamentos de la sociedad: empresarios y funcionarios públicos de cualquier nivel e incluso, medios de comunicación y periodistas, funcionales al sistema. La cosa operaba más o menos así: los sicarios del mafioso visitaban a quien fuera necesario visitar para efectuarle “una de esas ofertas que no se pueden rechazar…” A cambio de la puntual y periódica entrega de determinada suma de dinero, la “promesa” de que nada malo le sucedería al aportante. El asunto era que de no haber pago, serían los mismos cobradores los encargados de demostrar que esa no era una opción posible. Es decir que a quien la comprase, la “seguridad” que le vendían no hacía más que ponerlo a salvo del accionar de lo que pudieran hacerle sus propios vendedores. “Si pagás te cuidamos de nosotros mismos y si no, cuidate como puedas”, debía ser lo que, palabras más, palabras menos, advertían en la peligrosa Chicago de 1928 los recaudadores, a cambio de, entre otros recursos, evitar “olvidarse” un maletín repleto de explosivos debajo de la mesa de algún bar repleto de gente, quizás propiedad de un irlandés cabrón, un poco reticente a aportar a la causa. Así al menos lo mostró el cine estadounidense muchas ocasiones y también lo mencionan algunos libros de historia en procura de explicar las consecuencias de los órdenes subvertidos.
Sin que, que se sepa, todavía haya muerto alguien, alcanza escuchar un poco de radio u observar los auspicios de determinados programas “periodísticos” para suponer que buena parte del mercado publicitario local, en especial aquel que tiene que ver con puntos muy sensibles y subsidiarios del poder, en determinados aspectos funciona bastante parecido a aquella “protección” que ofrecían los muchachos de Capone.
Dicho de otra forma: si una empresa o institución “pone lo que hay que poner” evita que, ante determinadas situaciones, los medios “la maten” y, especialmente, le generen “opinión pública” en contra.
Alcanza con preguntarse qué falta le hace pautar avisos como si se tratara de un supermercado o una tienda en temporada de liquidación a, por ejemplo, una fábrica de fertilizantes que tiene colocada de antemano casi toda su producción entre clientes que, precisamente, no escuchan radio para definir a sus proveedores.
¿O pretenderán que Doña Rosa le recomiende a Doña Porota que vaya a la ferretería del barrio a comprar urea granulada para ponerle a los malvones?
Lo mismo puede aplicarse para otros productos provenientes del Polo Petroquímico, para nada de consumo directo masivo.
Lo que esas empresas procuran con la pauta que casi siempre vía Rex Publicidad—vaya casualidad—distribuyen en determinados medios locales es que, por ejemplo, no se mire todo lo seguido que habría que mirar –y con los ojos críticos con los que habría que hacerlo y con los que sí se ha mirado en otras ocasiones. Ejemplo por antonomasia: el “caso Lopes” y todo lo que lo rodeó—hacia el horizonte portuario y, ante alguna de las múltiples situaciones conflictivas que semejante bomba de tiempo trae aparejada, la situación pueda monitorearse “sin pasar a mayores” a través del comentario sobrio y criterioso de los comunicadores de turno, quienes cuanto mucho, pueden llegar a decir que “hubo un poco de ruido en la zona de White por un pequeño desperfecto”, pero nunca militar y machacar con el tema como tal vez sí lo harían de no mediar la correspondiente pauta.
Y si alguna voz en algún medio con cierta repercusión se torna un poco incómoda con sus preguntas y comentarios, enseguida recibe la visita de algún emisario que llega desde el undécimo piso de Alsina 19 para “solucionar” la cuestión en buenos términos y así los anodinos comerciales de quienes no tienen nada para vender empiezan a aparecer en la lista de auspiciantes de dicho programa.
Más o menos de eso se trata la tan mentada “publicidad institucional”, disfrazada de la cada vez más trillada “Responsabilidad Social Empresaria” y otros eufemismos, dentro de los cuales pueden disimularse costos sociales y ambientales irreparables, irreversibles e irrecuperables.
En efecto, hasta quienes ante una sociedad farisea han sacado chapa de “serios” señalando tremendas obviedades con el dedo, dejan cualquier convicción de lado y se tornan mandaderos de primera cuando hay dando vueltas algún “manguito” para su bolsillo y hasta pueden asegurar que el amoníaco y el cloro son simple “vapor de agua”.
Y quienes entre ellos y un buen negocio sólo ven interpuesto el flaco favor que a sus intereses les haría la ventilación de ciertos asuntos a la luz del día, conocen esa debilidad mediática… y la explotan.
¿O hay necesidad real de que una institución como la Bolsa de Comercio auspicie un programa radial desde hace muchos años, como si los bahienses fueran masivamente, cada día, a comprar acciones de Atanor y vender las que la tía les heredó de Garovaglio y Zorraquín?
Más bien, cabría inferir que esa publicidad estéril y carísima en términos relativos puede conllevar el valor absoluto que ante, por ejemplo, un chanchullo tan impresentable como mal resuelto, como la obra de ampliación del aeropuerto local, los cuestionamientos al ingeniero Carlos Arecco, principal beneficiario por el negocio, se hayan reducido al mínimo indispensable para salvar las apariencias.
¿O el dinero que la empresa de Arecco mensualmente se “ahorró” de pagar a todos los bahienses en concepto concesión de la playa de estacionamiento del complejo de Espora, no debe ser más o menos la mitad de lo que, vía Rex, la firma que preside –y vicepreside uno de los dueños de Rex—pone cada 30 días desde hace muchos años en la otrora denominada “primera emisora bahiense”?
¿Más ejemplos concretos? La principal funeraria bahiense y propietaria de un cementerio privado instalado en muy dudosas condiciones ambientales, es, al mismo tiempo, estratégica anunciante de determinados espacios informativos, como si el que desempeña fuese un negocio que requiriese “motivar a los consumidores”.
¿O es indispensable para el ánimo de los vecinos que el Consorcio de Gestión del Puerto, administrado con dineros públicos, informe cada día si llega un navío con bandera liberiana en el horario más central de la mañana radial?
¿O no era distinto el trato para con Petrobras y los recurrentes incidentes que de tanto en tanto suceden en su planta antes de que, por recomendación de un nuevo gerente de Relaciones Institucionales cesado de otra gran empresa del Polo, la empresa brasileña se decidiera por fin a entregar una determinada pauta al principal grupo mediático de la ciudad para auspiciar una de las tantísimas veces en la mañana en que se reitera por radio el pronóstico del tiempo?
¿Y ABSA? ¿Y EDES? ¿Tendrán necesidad de hacer mucha publicidad para convencer a sus clientes que los elijan a ellos y no a la competencia?
Como si alguien pudiera elegir otra compañía de provisión de agua o energía…
Pero, por reciente, el premio mayor a esta hipocresía, se lo lleva un aviso escuchado casi hasta el hartazgo en LU2, en ocasión de las recientes fiestas navideñas. El mismo provenía de la gobernación de Daniel Scioli—tal vez el principal beneficiario nacional del marketing político solventado con dineros públicos—e invitaba a los bonaerenses a ser “cuidadosos en el uso de artículos de pirotecnia”.
Claro que como, en teoría (y si no que le pregunten a mi pobre perro) la comercialización y el uso de dichos elementos está prohibida en el Partido de Bahía Blanca, inmediatamente a continuación del spot, un locutor agregaba que “dicha publicidad no era válida a nivel local”.
Por si no se entiende, esa publicidad primero se facturó y luego se emitía, pero era como si no se pasaba… sólo que si en realidad no se llegaba a pasar, no se cobraba…
Imaginemos que a doña Rosa le dicen por radio “vaya a comprar bifes a 12 pesos” pero cuando la ilusionada mujer está por salir rauda de su casa rumbo a la carnicería, otra voz, por la misma radio, le aclara: “No quedan más”.
Entonces, Doña Rosa, con todo el sentido común podría quejarse: “Y si no quedan más, para que carajo lo decís por radio”…
Y en tren de suposiciones, directivos de la emisora, podrán decirle—como se ha intentado explicar ante lo burdo de la situación hecha notar por oyentes irónicos que dejaron su observación en contestadores—que “como la radio llega a toda la región”, dónde sí se pueden prender rompeportones a discreción, “es deber de un medio con compromiso social no privar de una recomendación tan fundamental a los habitantes de tan vasta zona de influencia”… Y de paso, cobrar un aviso público más…
Es decir que ya no lo hacen sólo “Por Bahía” si no también por las adyacencias a la ciudad.
Pero, eso sí, siempre llevándose una tajada el dinero público que bien se podría usar para otra cosa menos etérea, por supuesto…
¿O no creen que de no haberse interpuesto Eliott Ness en su camino, a Al Capone no se le hubiese ocurrido extender sus servicios de seguridad a los comercios de ciudades cercanas a Chicago?
Es que, al igual que LU2, tal vez Capone no sólo lo hacía por dinero, sino que “también pensaba en favorecer a su región…”
¿Hay un brote de Síndrome de Estocolmo?
La otra situación histórica que parece recrearse por estos tiempos a la “bahiense-way” es el denominado “Síndrome de Estocolmo”.
La expresión se acuñó a partir de lo sucedido durante un robo a mano armada a un banco sueco en 1973.
En el suceso, una de las mujeres tomadas como rehén por los asaltantes terminó perdidamente enamorada de su captor y hasta se rehusó a declarar en su contra en el proceso judicial posterior.
En nuestro país, resultó bastante notoria la muy curiosa relación posterior a un secuestro que unió al fallecido guerrillero Rodolfo Galimberti con el empresario Jorge Born.
Y en Bahía Blanca, como corresponde con la dilución propia de la escala local, una extraña variante de esta patología pareciera estar afectando a diversos actores de la vida política vernácula.
Claro que el objeto destinatario del enamoramiento de quienes alguna vez fueron, de una u otra manera, sus “víctimas”, por aquí siempre es una misma persona: Dámaso Larraburu, cada vez más visible como jefe máximo de un oficialismo local al que, en realidad, siempre condujo desde que llegó al poder en 2006.
Para argumentar con datos concretos, hay que remontarse a casi 14 años atrás, más exactamente, el otoño de 1998.
En aquellos días, con una fuerte puja de intereses entre empresas multinacionales dedicadas a proveer servicios a la terminal de Ingeniero White (dragado, balizamiento, etc.) llegó a motivar que Larraburu presentase una denuncia penal contra José Egidio Conte, histórico directivo portuario, entre otros.
Con los años, ya casi retirado y devenido en una especie de ícono, Conte aprovecha cuánto micrófono tiene cerca para destacar la figura de quien en aquella ocasión amenazó con procesarlo y manifestar su gratitud por el decisivo aporte de Larraburu al engrandecimiento del Consorcio de Gestión. Curioso ¿no?
Más acá en el tiempo, otro caso patente, es el del ex basquetbolista Federico Susbielles y algunos de quienes lo secundaron en sus fallidas aventuras electorales. Entre ellos el médico Diego Palomo y el dirigente deportivo Rafael Morini.
En 2007 todos ellos, hicieron campaña denunciando las irregularidades que gente de Larraburu (Daisy Cergnieux, entre otros) habrían cometido en el PAMI, las cuales en el año 2000 motivaron una actuación de la Justicia Federal.
Quienes consideren que no puede ser posible semejante voltereta tienen la posibilidad consultar los siguientes links referidos a la conferencia de prensa brindada el 5 de octubre de aquel año electoral (http://www.lanueva.com/edicion_impresa/nota/14/10/2007/7ae143/nota_papel.pdf y http://www.lanueva.com/edicion_impresa/nota/05/10/2007/7a5023.html y http://www.ceproder.org/aplicacion/index.php?view=noticias&type=item&id=477)
Para más datos, aquel día, en primera fila apoyando a Susbielles en semejante patriada por la transparencia pública, estuvo sentado quien lo sucedería en el PAMI, es decir el doctor Diego Palomo y el encargado “logístico” de la conferencia de prensa (servir agua en los vasos, acomodar a los invitados en sus sillas, etc.) no fue otro que Rafael Morini.
Hoy, Palomo, es secretario de Salud y Morini de Acción Social en el gabinete larraburista y es un secreto a voces que Susbielles, quien mantiene un llamativo silencio al respecto, se siente más que defraudado tanto por estas actitudes de sus ex laderos como por no haber conseguido lo que realmente lo motivó a concretar semejante voltereta ideológica (la posibilidad de acceder a una senaduría provincial) pero evita referirse públicamente sobre el tema para no quedar demasiado en evidencia y dando la razón ante quienes, desde diversos sectores, literalmente, se rieron del famoso “Acuerdo programático” suscripto para presentar a semejante entuerto como una especie de “Pacto de la Moncloa” destinado a garantizar a nivel local una victoria del kirchnerismo que, como venía la cosa a nivel nacional, hubiera sucedido de todas maneras.
Y cómo más sutil dato complementario sirve citar lo bastante antojadizo y parcialmente informado por LA NUEVA PROVINCIA, hace pocos días, según se indica en este link (http://www.lanueva.com/edicion_impresa/nota/5/12/2011/bc5021.html) dando cuenta de la “confirmación del procesamiento”, entre otros de Daisy Cergnieux.
Aunque claro hay que honrar las actuales lealtades comerciales y por eso se omite el detalle de mencionar, por caso, de la mano de quien llegó a dicho cargo la procesada…
Pero retomando el hilo en relación a los afectados por esta versión local del Síndrome de Estocolmo, párrafos especiales en dicha enumeración deben corresponder a aquellos que fueron destacados integrantes de la administración de Rodolfo Lopes y hoy sirven con entrega y devoción absolutas al proyecto político gestado tras la amenaza casi concretada de encarcelar a su antiguo jefe.
Emblema de tales las situaciones son el nuevo titular del Consorcio de Gestión del Puerto, Hugo Borelli, y, en especial, del actual Secretario de Gobierno, Fabián Lliteras .
“Siempre trabajé por la unidad del peronismo”, argumenta con cierto sarcasmo Lliteras cuando, en confianza, le han enrostrado en alguna rueda de café o sobremesa semejante contradicción.
No sin una cuota de pudor, uno de sus allegados más íntimos, admitió que “Fabián tiene claro que él quiere estar cómo sea y con quien sea, pero estar”.
De hecho así fue, en los inicios de su carrera política con Rodolfo Lopes, más tarde con Cristian Breitenstein y ahora con Larraburu, a quien, irónico, define, según este allegado, como “su ocasional conductor, pero nunca el definitivo”, ya que, según sus propias palabras citadas por este intermediario, “nunca se puede saber con quien hace falta acordar y de quien hay que olvidarse, con tal de estar… siempre estar”.
“Y si no miren a Cristian que se creía Kennedy y ahora tiene que tener cuidado que no lo silben cuando aparece públicamente”, ejemplificó.
“El secreto es hacer bien los deberes cuando lo pide quien manda en ese momento. Con eso alcanza para estar. Y si estás y servís, el ascenso llega solo”, lo citaron.
“Ahora para Bevilacqua, quien no da ni un paso ni concede nota alguna sin consultar con Dámaso qué palabras va a usar, vienen unos meses de hacer buena letra, mostrarse amable y dialoguista con la oposición, eficiente hasta donde se pueda, y también rezar para que no suceda ninguna cosa demasiado grave que ponga en jaque a una intendencia interina nacida endeble. Si de acá a abril o mayo se logra poner en la tapa del diario y difundir en LU2 una encuesta que diga que un buen número de bahienses aprueba esta nueva gestión y no nota mayores diferencias con la que podría haber habido de quedarse Cristian, te diría que el futuro personal de Breitenstein está mucho más cerca de Alemania que de Bahía Blanca”, vaticinó, según un testigo presencial, el funcionario ante sus interesados interlocutores.
Tal vez, después de repasar sus dichos no resulta tirado de los pelos relacionar entonces que, en más de algún punto, estas versiones “made in Pago Chico” del “servicio de protección a la Al Capone” y el Síndrome de Estocolmo, no sólo resultan subsidiarias, sino también complementarias.
Enviado a Solo Local por Santiago Ismael Rosso

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