(Notas de Usuarios) – No puede entenderse a esta altura cómo puede ser que se haya otorgado permiso de radicación a una empresa como Vale Do Rio Doce o Potasio Río Colorado S.A. para que se establezca en el Puerto de Ingeniero White, en un sitio tal que la materia prima que requerirá (Potasio), deba atravesar un sector de la ciudad a través del ferrocarril (Recuerde ud. el tema del Metanol). Parece sumamente precario que las autoridades municipales cuestionen recién ahora el establecimiento de la empresa en ese sector, cuando el proyecto se encuentra terminado y aprobado. Entonces uno se pregunta si se habrá hecho el respectivo informe de impacto ambiental y si la comuna ha exigido que se haga.
Uno también se pregunta si marchan de la mano los proyectos que encara el Consorcio de Gestión del Puerto de Ingeniero White y la Municipalidad. Todo parece realizarse según van surgiendo demandas que desde el punto de vista político no conviene desairar. Lo que sí es cierto es que no hay planificación en la ciudad, sino pequeños esfuerzos para colocar parches (v.gr. Barrio Universitario y Napostá). Y respecto de este último ejemplo no puedo dejar de indicar que obedece a una demanda de vecinos que no poseen representación alguna, que han sabido jaquear al Intendente y sus colaboradores, situación que ha traído aparejado un creciente desinterés de los inversores que habitualmente confían en los negocios inmobiliarios de la ciudad. Conclusión, el capital huye en busca de nuevos horizontes, con el consiguiente perjuicio para todo el desarrollo económico de la ciudad. Y si como muestra sobra un botón, hemos hablado mucho del Polideportivo Municipal, un elefante blanco que se proyecta en una zona conflictiva, a espaldas de los sectores que habitualmente tienen a su cargo la planificación de la ciudad, sustentado solamente por un informe de impacto ambiental contratado por el propio grupo inversor, cuyo resultado obviamente fue el requerido. Las propias autoridades municipales han considerado que montar semejante proyecto en ese lugar es una cuestión sumamente onerosa, teniendo en cuenta que deben morigerarse los efectos indeseables que seguramente ocasionará. Pero el proyecto sigue su curso y nadie se atreve a cuestionarlo. A eso habría que agregar que la ciudad no cuenta con un centro de distribución de cargas, un nudo logístico, un punto estratégico que evite el movimiento absurdo de toneladas de mercaderías que entorpece seriamente el tránsito en la ciudad. Y si está proyectado, no se notan acciones concretas que se estén materializando en ese sentido. Tampoco se advierte una política clara en pos de lograr el tan ansiado ferrocarril urbano o suburbano, como elemento atenuador de los diversos problemas de transporte público de pasajeros que posee la ciudad. Es cierto que posiblemente no tengamos la densidad poblacional suficiente como para tornar eficiente dicho servicio, pero es cierto también que el tránsito es un caos, que debemos evitar el traslado de cargas por las rutas aledañas, situación que ha destruido la infraestructura vial y provocado serios accidentes, y que es hora de buscar una alternativa para mejorar o fortalecer los servicios de transporte público de pasajeros. A ello habría que agregar la situación del Parque Industrial que ha quedado chico para los emprendimientos que la ciudad va sumando y no se advierte un serio estudio sobre futuros emplazamientos industriales, infraestructura prevista, accesos viales, impacto ambiental, etc. Tampoco se sabe nada respecto del polémico proyecto whitense denominado “Rambla de Arrieta” que una vez más nos pondrá de espaldas al mar, en un lugar ubicado junto al monumento a la desidia que conforma el fantástico castillo en el que otrora funcionara la usina eléctrica. La conclusión es clara, el desarrollo urbanístico e industrial de la ciudad se encuentra supeditado a los caprichos de algún funcionario que desde la Capital Federal, en forma totalmente inconsulta, aprueba emprendimientos de distinta índole provocando una verdadera anarquía urbanística. Si no es así, por qué razón se autorizó el atraque en la dársena de la empresa MEGA de un buque regasificador, situación que puso más de una vez en peligro la actividad portuaria. Ahora como arte de magia aparece la posibilidad de dragar un poco más allá la ría llegando al “cul de sac” que representa el puerto de Gral. Daniel Cerri, todo porque las circunstancias así lo requieren. ¿O acaso no resulta más sencillo conformar una nueva zona portuaria en inmediaciones de Puerto Rosales, a la puerta de entrada del estuario bahiense, con el consiguiente beneficio para la zona de Punta Alta? Claro está, que los miserables intereses comerciales y políticos, no siempre marchan a favor de la planificación seria y responsable, esa misma que brilla por su ausencia en la ciudad.
Ingeniero en Construcciones Rodolfo Juan Dillon
