(Notas de Usuarios) – La luz de la “alarma social” resplandeció una vez más: un pibe de 15 y otro de 13 involucrados en un asesinato. En las pantallas solo rebotaban imágenes del crimen de Tolosa, la indignación de los vecinos y el desconsuelo de los familiares de la víctima por la terrible pérdida que acababan de sufrir, y en medio de ese contexto, en ese escenario de dolor comenzaba a escucharse el eco del interrogante que se nos plantea hoy a toda la sociedad ¿Qué hacemos con los menores que delinquen?
EL CIRCO DE LA HIPOCRESIA
El sentimiento de desprotección que surge en la comunidad ante hechos como el de Tolosa es inmenso. Provoca en la gente el miedo a que en cualquier momento le toque a uno, y bajo ese estado de miedo constante es esperable que la sociedad no se pregunte mucho por las causas de este flagelo que es la inseguridad, sino más bien que esté exclusivamente preocupada por los efectos del mismo, con lo cual la sociedad pedirá protección, su reclamo se limitará a exigir seguridad, obtener seguridad a cualquier precio. Así es que con la “alarma social” encendida, ni lerdos ni perezosos, muchos profesionales de la política comenzaron a pasearse con cara de indignación y congoja por los medios de comunicación a decir “Hay que bajar la edad de imputabilidad”. Lamentablemente esta práctica hipócrita que oculta las verdaderas causas de la inseguridad, y utiliza a los chicos (pobres) como chivo expiatorio ante la sociedad, fue la utilizada por nuestro intendente, por nuestro gobernador y por nuestra presidenta, y es la misma hipocresía que se utilizó cuando los sectores más conservadores de la “mano dura”, la “tolerancia cero” y el “bala por bala” acompañaron la reforma del Código Penal de Blumberg que, probado está, no sirvió de nada.
CARNE DE CAÑON
Sabido es que el porcentaje de delitos cometidos por menores inimputables es pequeño y sabido es que ese porcentaje se reduce a mínimo cuando hablamos de delitos graves (En 2009 hubo 2775 muertes violentas. 2580 en manos de adultos y 195 crímenes cometidos por chicos. Apenas un 7,02%. De los homicidios en el marco de un delito, un 22.15 corresponde a menores de 18 años. La proyección de 2010 parece, incluso, más baja). Lo que también es sabido pero tampoco es puesto de relieve en la mayoría de los debates sobre la baja de edad de imputabilidad, es nada más y nada menos que la función que cumplen los menores dentro de la estructura delictual. Entonces, cuando hablamos del flagelo de las drogas en los chicos, no escuchamos nada sobre la infinidad de pistas aéreas clandestinas que existen en la Argentina, (una de ellas en Formosa se hizo famosa por estos días, pertenecía a un Concejal del FPV), la red de corrupción y complicidad que participa en el tráfico tanto de drogas como personas es gigantesca. Así, cuando un pibe de 15 años mata a una persona para robarle el auto tampoco se menciona la corrupción policial, judicial y política que opera para hacer funcionar los desarmaderos que emplean a los chicos que están en situación marginal. La situación así vista parece más fácil de entender, ¿Quién va a denunciar las altas complicidades con el delito organizado, cuando se puede exponer ante la sociedad un culpable infinitamente más vulnerable?
UN CASO PARADIGMATICO
Paradójicamente (o no), mientras que en la actualidad se nos impone la cuestión sobre ¿Qué hacer con los menores que delinquen? Y se nos presenta al niño pobre, sin futuro, fumando paco en una esquina como “la amenaza”, este 31 de enero se cumplen 2 años de la desaparición de Luciano Arruga, adolescente de 16 añosquien nada se sabe desde que fue interceptado por laía bonaerense en Lomas del Mirador. Las sospechas todas recaen sobre la policía, no sólo por su desaparición sino por el “reclutamiento” de chicos para delinquir, mientras tanto las voces de siempre piden más “mano dura” y criminalizan a los chicos pobres con la versión actualizada del “algo habrán hecho”.
HACIENDO FICCION
Supongamos por un momento que los menores inimputables son el problema madre de todos los problemas de este país, y en consecuencia la dirigencia política decide bajar la edad de imputabilidad a 14, 12, o 10 años. ¿Cómo se aplicaría hoy este aumento de criminalización? ¿Cuales serían sus consecuencias? ¿Es positiva la institucionalización para el menor? Todos sabemos que no. Los establecimientos penitenciarios están altísimamente superpoblados, las condiciones de vida son infrahumanas, y la tan pretendida resociabilización es imposible de practicar. Por otro lado, teniendo en cuenta que más del 60% de las personas que se encuentran privadas de la libertad no tienen condena (la justicia aún no se expidió sobre su culpabilidad-inocencia), ¿Cómo afectará a la administración de justicia un aluvión de nuevos procesos penales, cuando ya hoy se encuentra en absoluto estado de colapso, con records de juzgados vacantes, y se sostiene por explotación y negreo de sus “pasantes” eternos. ¿Qué tan hipócrita puede ser un gobierno que destina tan solo el 1% de su presupuesto a la administración de la justicia, y al mismo tiempo nos plantea como solución a la inseguridad la baja de la edad de imputabilidad?
NINGUN PIBE NACE CHORRO
“Los pibes no nacen con un arma en la mano y droga en sus cuerpos”. Con semejante frase, que por lo obvia podría pasar por ridícula, Pino Solanas dejaba expuestas las burdas e inconsistentes argumentaciones de quienes hablaban de la peligrosidad de los menores. El ya instalado interrogante ¿Qué hacemos con los menores que delinquen?, sólo podrá ser debatido con honestidad si es que antes nos damos el debate de ¿Qué estamos haciendo con nuestros menores?, no podemos cargar las tintas como si nada sobre chicos que crecen bajo un estado de absoluta exclusión, hacinados en villas con viviendas improvisadas que no cuentan con los servicios más elementales ¿Qué acceso real a la educación tienen los chicos que tienen que salir a cartonear desde pequeños? ¿Qué futuro le estamos ofreciendo a los pibes que en sus casas cuando llueve un poco tienen el agua hasta los tobillos?, ¿Con qué proyecto de vida podrán soñar aquellos niños que crecen en un ambiente de constante violencia? Ante la situación de tener un estado ausente, que en la mayoría de los casos incluso es promotor de semejante exclusión, y ante una sociedad que parece indiferente, deberíamos asumir algún tipo de responsabilidad por la situación de nuestros chicos, en lugar de culparlos.
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