(Opinión) – No es bueno que los chicos queden solos mientras sus padres trabajan. No hay que ser entendido en la materia para comprender por qué tanto niños como adolescentes deberían ocupar su tiempo en estudiar, practicar deportes y disfrutrar de actividades lúdicas en compañía de padres, docentes, abuelos o cualquier adulto que pueda ofrecerle contención. En los barrios periféricos de Bahía Blanca ocurre algo que no debería ocurrir. Muchos chicos de entre 12 y 15 años de edad, en especial durante la tarde y hasta entrada la noche, quedan a cargo de sus hermanos menores o sobrinos. La ecuación es simple: la madre generalmente trabaja hasta tarde; el padre también, o en el peor de los casos está preso, fallecido o frecuentemente ausente. Las guarderías están desbordadas: no hay cupos para satisfacer la demanda. Pero además de eso, muchas ofrecen servicios en un solo turno, generalmente por la mañana. Es el caso de lo que ocurre en Villa Miramar, donde la guardería «Palomitas Blancas» (ver detalles aquí), -un excelente emprendimiento de la Asociación Civil Piedra Libre-, atiende a niños de hasta 5 años de edad. Pero el cupo matutino está desbordado y no funciona durante la tarde. En ese barrio, con tantas necesidades básicas insatisfechas, los chicos mayores a 5 años no tienen ninguna institución que los contenga mientras sus padres no están en casa. Así las cosas quedan solos, los más grandes al cuidado de los más chicos, convirtiéndose en menores en riesgo. La situación les impide insertarse en cualquier actividad extra escolar y además, aumentan las probabilidades de que ingresen precozmente en el mundo del delito. Cuando esto sucede, muchas voces bahienses reclaman represión y tiros, sin entender que detrás de esa conducta, por lo general, hay una historia de soledad.
Son los mismos bahienses que se preguntan dónde estaban las madres cuando sus hijos cometían hechos repudiables. Sencillo: la mayoría estaba trabajando. Algunas veces, están atendiendo como personal doméstico, las necesidades de los más ricos, los mismos ricos que piden endurecimiento de penas para los menores que delinquen. Otras veces trabajando para el Estado, el mismo Estado que propone más mano dura para quienes actúan al margen de la ley. No comprenden que ellos también son parte del problema.
Los ricos, porque generalmente comparten apenas las migajas de lo que tienen con los más carenciados, a quienes miran de reojo. Salvo el caso de Enrique Jaratz, no he visto ricos bahienses haciendo grandes aportes en favor de los sectores más desprotegidos. Para muchos de ellos, «esos chicos que viven en las villas» son sujetos que deberían estar bien lejos de su mirada, y si están presos mejor; de esa forma ellos dormirían más tranquilos.
El Estado, porque no da prioridad absoluta a la evidente necesidad de crear guarderías y centros de contención, para que ningún chico quede solo a cargo de otros. Es cierto que hay guarderías municipales, pero no menos cierto que están desbordadas y ofrecen servicios en turnos limitados. Ni que hablar de los comedores comunitarios y clubes de barrio, en donde son los propios vecinos los que hacen el verdadero esfuerzo.
En la pobreza, en la indigencia o la marginalidad, es el Estado el que primero debería acudir para resolver este problema: asegurándo edificios cómodos y amplios en cada barrio carenciado de la ciudad, con personal especializado a cargo y comedores habilitados, para que los menores de edad, aún los adolescentes, tengan un espacio extra escolar al que concurrir. No basta con hacerlo en un solo barrio, ni en dos o en tres. Hay que hacerlo en todos.
En Bahía Blanca, el intendente dijo que puede ocuparse de todo, como si fuera onmipotente; que puede dar una solución de fondo para la crisis del agua, pagar el alquiler de la casa bahiense en Buenos Aires, hacer obra pública, mejorar los servicios y hasta satisfacerle el deseo a Emanuel Ginóbili, construyéndole un estadio polideportivo, con fondos públicos.
No es cierto que el Estado pueda ocuparse de todo. Si pudiera no habría más de 3000 calles de tierra, los micros ya ofrecerían un servicio decente, tendríamos la provisión de agua potable asegurada, la ría no estaría contaminada, las escuelas estarían calefaccionadas en invierno y nunca se le diría a una madre que el cupo para atender a sus hijos está completo.
Si la comuna pudiera ocuparse de todo, habría guarderías amplias y con espacio suficiente en doble turno, en cada barrio periférico de la ciudad. Evitaría a toda costa que chicos menores de 15 años se encuentren fuera del sistema educativo, como sucede en Villa Miramar. Garantizaría que cada chico con familias en riesgo social, en las que la violencia y la marginalidad son cosa corriente, tenga el apoyo necesario para evitar males mayores. Los mismos males que después repudian, como si fueran ajenos al asunto.
Y justamente porque el Estado no puede ocuparse de todo al mismo tiempo es que debe asignar prioridades. La promoción social y la ayuda comunitaria no deberían agotarse en la entrega de bolsones de comida o en dar una mano de pintura a un club de barrio. Tampoco asegurándole un buen buen negocio a los empresarios del Bahía Blanca Plaza Shopping, so pretexto de llevar al cine a los chicos de menores recursos. Eso no le soluciona el problema de fondo a las madres con hijos a cargo, a quienes debe dejar solos casi todo el día mientras ella gana gana los pocos pesos que les permiten mantenerse. Los pasatiempos no dan soluciones de fondo al problema.
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