(Editorial) – Es increíble cómo en nuestro país se le perdona cualquier cosa a los ídolos. Ayer, tras conocerse que Emanuel Ginóbili optó por no representar a la Selección Argentina en el Mundial de Turquía, en la Web se leían miles de títulos de similar tenor y casi idéntico contenido, con las supuestas razones del jugador, pero ningún cuestionamiento a su decepcionante decisión. Ginóbili, idolatrado por las masas dadas sus increíbles dotes como jugador de basquet, deja mucho que desear en otras facetas de su perfil.. Para empezar, dijo que no vestirá la camiseta nacional porque su esposa espera mellizos y no quiere perderse los primeros momentos de la crianza de sus hijos, lo cual es lógico y entendible…si no fuera porque su esposa dará a luz en mayo y el Mundial se juega en agosto. De hecho, una recorrida por las redes sociales como Twitter, permite intuir que casi nadie cree esa versión (ver aquí). En Facebook, no es demasiado diferente: lo tildan de pecho frío (ver aquí). Según el escolta bahiense, la decisión que tomó es la mejor «para él y para su familia». Lo que nos está diciendo, claramente, es que primero está su persona y su entorno. Después está todo lo demás. Nadie dice que deba desentenderse de su esposa e hijos. Cualquier observador podría entender el faltazo si hubiera una situación médica delicada. Pero en condiciones de normalidad, cambiarle los pañales a sus mellizos no puede ser más importante que ser el capitán de la selección nacional y darle una alegría a la gente de su país, que tanta falta nos hace. Es evidente que Ginobili tiene trastocada su escala de valores, ya que la misma no tiene correlato con su condición de ídolo popular. Los ídolos populares, los de pura cepa, saben muy bien que deben resignar muchos aspectos de su vida privada. Y lo hacen con el convencimiento de que los dones que les fueron concedidos implican una gran responsabilidad, honrándola aún a costa de sacrificios personales. Pero Ginobili nunca tuvo gestos de este tipo: el sacrificio personal en aras del prójimo y la generosidad no figuran entre sus virtudes.
Para dar algunos ejemplos de la poca vocación de servicio del ídolo de nuestras pampas, cuando creó su Fundación, y a sabiendas de su condición de millonario, muchos bahienses pensamos que haría importantes donaciones a las muchas ONGs que tanto necesitan soporte económico. Nada de eso. No hay una lista de instituciones beneficiadas. Aún con los millones que acumula en su cuenta bancaria, apenas es donante del Hogar Mamá Margarita, a la que le envía alimentos, tal como se lee aquí.
Muy propenso a incrementar de manera constante su patrimonio económico, aún más de lo abultado que ya es, parece que las razones de Ginóbili al borrarse del Mundial, tienen otros fundamentos. Tal como publicaron algunos diarios, no todos claro, el equipo para el que juega en la NBA le habría puesto como condición, para cerrar el suculento contrato por 39 millones que firmó hace pocos días, que no participe de la selección argentina (ver aquí).
Más irritante todavía, es la actitud que tuvo, tras dar a conocer que quería construir un estadio polideportido cerca del Bahía Blanca Plaza Shopping de Bahía Blanca. Primero dijo que empresas privadas que su Fundación contactaría, iban a afrontar el costo de la obra, que supera los 20 millones de dólares.
Pero después, los bahienses, azorados, nos enteramos que le pidió dinero al Estado: de hecho, hay un convenio firmado con la Fundación Manu Ginobili, mediante el cual el estado provincial garantizó el 50 % de los fondos y el estado nacional el 50 % del dinero restante.
¿Esto es lógico? No. No tiene nada de lógico, ni de justo y mucho menos de necesario. Los bahienses no necesitamos un estadio de lujo para satisfacer el capricho de Ginóbili y de quienes lo secundan en tan insensibles decisiones, financiadas con el dinero de los contribuyentes.
Por las razones apuntadas, era casi esperable que este jugador anteponga sus intereses personales, a los intereses generales de todo un país. No debieramos olvidar los argentinos y mucho menos los bahienses, ya que es hijo de esta tierra, la razón por la que se lo idolatra. Emanuel Ginóbili no es César Milstein, quien descubrió los anticuerpos monoclonales que salvan vidas, tras una historia de exilio y sacrificios. Al fin de cuentas, a Ginóbili se lo idolatra por una única y excepcional capacidad: la de encestar pelotas en un aro. Nada más.
