Los Caprichos del Intendente

(Editorial) – Mientras los chicos del Hogar Don Orione no tienen leche para la merienda ni sillas de ruedas en qué trasladarse (ver aquí), el intendente municipal  planea inaugurar la Casa de Bahía Blanca en Buenos Aires con una recepción en el Alvear Palace Hotel, poseedor de los salones más exclusivos y por ende, más caros de nuestro país. Alguien podría pensar que el citado paralelismo es un golpe bajo. No lo es. Se trata de dos datos de la realidad irrefutables. Por dar un ejemplo, una habitación regular fuera de los períodos de promoción, cuesta en el Alvear alrededor de 1,000 dólares la noche. Cristian Breitenstein podría haber elegido cualquier otro hotel cinco estrellas de la Capital Federal para dejar habilitado su último capricho, pero escogió el más sofisticado y oneroso, que por cierto,  no pagará de su bolsillo. Varias ciudades, más bien las turísticas, tienen oficinas representativas en Buenos Aires, pero el intendente bahiense no se iba a conformar con un  sencillo local de la avenida  Corrientes. Eligió, personalmente, un edificio ubicado en Tacuarí 147, sede de  varias empresas multinacionales y de la Embajada de Suecia.

 

Con la excusa de «insertar a Bahía en el quehacer nacional«, el jefe comunal intentó minimizar el gasto del alquiler  (entre 10 y 20 mil pesos por mes), dejando en claro que será pagado en un 70 % por empresas privadas.
No se puede dejar de observar que éstas, nucleadas en la Unión Industrial y en la Corporación del Comercio de la Industria, son firmas que el estado municipal tiene la obligación de inspeccionar y controlar en el cumplimiento de las ordenanzas municipales. Flaco favor le hace a la presunta transparencia de su gestión, permitiendo que éstas paguen por un espacio que al parecer sólo necesitan él (que viaja todas las semanas a Buenos Aires) y los propios empresarios que financian la idea. Las empresas en cuestión fueron definidas por el municipio como “padrinos” de la Casa, como si se tratara del padrinazgo de una escuela. Claro que, como nadie da puntada sin hilo, sus sponsors contarán con espacios propios dentro del reducto, según dijeron “para asesorar a potenciales inversores porteños y extranjeros”, que en buen criollo significa fomentar y solventar un escenario público, para que cierta elite del sector privado haga buenos negocios.

El chef francés Jean Paul Bondoux, (ver aquí), será el encargado del banquete del 7 de abril venidero en el Alvear Palace Hotel, cuando se realice el acto de inauguración, del que participarán intendentes amigos, empresarios aportantes e incluso periodistas bahienses especialmente seleccionados para la ocasión, los que seguramente no le formularán ninguna pregunta incómoda, esas que suelen molestar bastante al intendente.

Habría que saber, como cuestiona la oposición por estas horas, si además de promover negocios ajenos, la Casa de Bahía Blanca en Buenos Aires prestará soporte a las familias que deben  trasladarse a la Capital por tratamientos médicos o a los miles de estudiantes universitarios residiendo en suelo porteño, cuyas familias costean con mucho sacrificio las carreras de sus hijos que nuestras universidades no dictan.

Cristian Breitenstein debería sentir un poco de pudor al menos, al promover esta iniciativa ya que no estamos en tiempos de bonanza. Su gobierno, además, muestra falencias evidentes: sin soluciones de fondo para la crisis hídrica, un sistema de transporte público de pasajeros ineficiente, un aeropuerto inconcluso y con proveedores endeudados, una terminal de ómnibus con defectos de construcción, miles de calles de tierra en estado lamentable y una larga lista de promesas incumplidas que, al ritmo que vamos, cualquier observador puede presumir, no cumplirá.

Sin embargo, a esta altura, la noticia no sorprende. No se podía esperar otra cosa del mismo intendente que prefirió viajar a Alemania sólo para ver cómo funciona el proceso eleccionario en el país de sus amores, mientras los pescadores artesanales de Ingeniero White atravesaban una de las peores crisis de la historia. Es el mismo intendente que  recorría el país germano y al mismo tiempo, aparecía en los partes de prensa municipal supervisando obras públicas, información ilustrada con fotos evidentemente tomadas el mismo día, pero comunicadas a la prensa en días sucesivos, en un claro intento por ocultar su ausencia de la ciudad, tal como Solo Local denunció el año pasado.  Si eso no es manipular la información, se le parece bastante. Tampoco podríamos haber esperado que alquile un sencillo local como hacen otras tantas ciudades, no menos importantes que Bahía Blanca, por cierto. Es que a Cristian Breitenstein le gustan las cosas de buena calidad. No está mal que así sea. El asunto es que parte de sus caprichos,  se paga con fondos que aportamos los contribuyentes. Y eso sí es un golpe bajo.

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