Sólo los aviones turbo Tracker de la Fuerza Aeronaval pudieron aprovechar como tenían previsto la valorada presencia de un portaaviones cerca de Bahía Blanca. Durante poco más de media hora, dos aviones de ese tipo, preparados para la lucha antisubmarina, pudieron realizar maniobras de aproximación al USS Carl Vinson mar adentro a unas 120 millas de la ciudad en el marco del operativo Southern Seas 2010. El par de naves argentinas, imposibilitadas de descender sobre la larguísima plataforma del gigante norteamericano por no cumplir con los estándares exigidos por la Armada de ese país para hacerlo, debió conformarse con sobrevolar el buque, para lo cual sus pilotos se habían estado entrenando durante los días previos desde la Base Espora, como anticipó Solo Local en Cielo Bahiense. El mal tiempo y una inoportuna falla eléctrica le jugaron una mala pasada a los dos aviones Super Etendard que estaban preparados para participar del procedimiento conjunto también denominado Gringo-Gaucho, cuyo resumen puede verse aquí. Aunque algunas fuentes militares le adjudicaron cierta responsabilidad además a sus pares norteamericanos por la frustración de los pilotos de la escuadrilla de célebre bautismo de fuego en Malvinas.
En Espora dijeron que desde el comando estadounidense no informaron a tiempo un cambio de posición, más lejano al inicial y obligaron a los Super Etendard a retornar a base para reaprovisionarse de combustible. Al regreso hacia la zona de operaciones, ya quedaba poco tiempo para que los aviones volaran sobre el Carl Vinson, que tiene grupo en Facebook, deseoso por retomar el viaje que ya lleva 70 días hacia su destino final en North Island, San Diego, previas escalas en Chile y Perú. Salvo esa amargura del final, todo fue confraternidad y agradecimientos mutuos a bordo de la ciudad flotante de propulsión nuclear, 330 metros de eslora y que lleva 3500 tripulantes, aunque tiene capacidad para 6000. Los pilotos argentinos, tanto de aviones como de helicópteros, valoraron la experiencia que no ocurría desde mayo de 2008 cuando pasó cerca de estas costas otro portaaviones norteamericano, el George Washington. Aquella vez, tanto los Super Etendard como los Tracker lograron aproximarse sin inconvenientes al buque, una práctica que desde que el país se deshizo en los `90 del portaaviones 25 de Mayo, sólo depende de la colaboración de los norteamericanos ó desde los brasileños, para que los aviadores del país puedan mantener actualizados sus conocimientos. Los que no se privaron de nada fueron los anfitriones, los aviones F-18 Super Hornets que hicieron maravillas desde el cielo, con sus vuelos rasantes y rompiendo la barrera del sonido. Estas naves, de las más modernas de la aviación naval norteamericana, demostraron su versatilidad al ir de velocidades de 150 kilómetros por hora, casi un paso de peatón en el aire, a otras de 1100 kilómetros horarios, superior a la velocidad crucero de las aeronaves comerciales.
