En 1810 la figura del aguatero era esencial para la vida cotidiana. En el 2010, muchos bahienses dependen de las cisternas de ABSA, ya que de la canilla no sale ni una sola gota. En 1810, el vendedor de velas y candiles tenía suficiente trabajo ya que no había luz eléctrica; en el 2010, cuando llueve o el viento sopla fuerte, la precariedad del servicio hace que nos quedemos a oscuras. En 1810 la fiebre amarilla hacía estragos entre la población. En el 2010 si no es la gripe A tenemos dengue y corremos los mismos riesgos. Las asombrosas coincidencias entre lo que ocurría con los servicios públicos y la salud hace 200 años y nuestros días, quedaron reflejadas en un texto ilustrado que circula por la Web y las redes sociales. Si quiere leer el documento completo haga clic aquí.
