La Objetividad Periodística no Existe

(Comentario) – De los correos electrónicos y mensajes vía Facebook recibidos tras la publicación del editorial «La Información, Según Cristian Breitenstein» y «La UNS y el IADO no Pueden Mostrar los Análisis de la Ría«, voy a rescatar el que difundió el pensamiento de  Chris Hedges, un columnista que este mes pasado publicó un ensayo en el que sostuvo que la falsa idea de la objetividad periodística está matando al periodismo. El pensamiento de Hedges, reconocido y premiado periodista internacional, es de extrema vigencia en nuestros días, cuando los periodistas que no respondemos a ciertos intereses, solemos ser considerados un peligro para la sociedad. Por eso, tanto el poder político como el económico, se sienten más a gusto con periodistas neutrales o mal llamados  «objetivos» (como si fueran objetos y no sujetos),  ya que esa mirada sin ideas propias y vacía, les proporciona una mejor imagen ante la sociedad, de la que dependen. No entienden que por naturaleza, la prensa debe mantener relaciones tensas con esos poderes, ya que de otro modo, se traicionaría  lo que los ciudadanos esperan de los medios de comunicación. La columna de Hedges publicada en la revista digital TruthDig, está en inglés, tal como se lee haciendo clic aquí. Pero parte de la traducción aparece en una nota de Pablo Bilsky, publicada en ArgenPress, cuyos principales conceptos se reproducen en el artículo completo.

 


La búsqueda de objetividad está matando al periodismo, porque lo condena a la falta de pasión, a una mirada fría, sosa y hueca, que no transmite sentimientos ni ideologías, ni las posturas personales del (reportero),  testigo de los hechos.
Según la nota firmada por Chris Hedges y titulada “La objetividad está matando a los diarios y vamos a estar peor cuando cierren” no hay que echarle la culpa de la debacle de los diarios a Internet, sino al periodismo “sin sangre y sin alma” cuya existencia puede verificarse incluso entre los medios progresistas, según se afirma.

Hedges plantea una situación cotidiana en una sala de redacción de un diario. El periodista vuelve de cubrir una nota, regresa de ser testigo, por ejemplo, “de lo peor del sufrimiento humano”. El cronista se siente indignado, furioso y conmovido por lo que le tocó ver, pero después se enfrenta con sus jefes, sus editores. Y muchas veces, señala el autor de la nota, es silenciado por quienes están en puestos jerárquicos y se interponen entre la pasión del periodista y el lector.

El credo de la objetividad y el equilibrio, formulado a principios del siglo XIX por los propietarios de los periódicos para generar mayores beneficios de los anunciantes, desarma y deja lisiada a la prensa”, señala la nota de Hedges.
«Y el credo de la objetividad se convierte en un vehículo conveniente y rentable para evitar enfrentarse a las verdades desagradables y para no enojar a una estructura de poder. Este credo transforma a los periodistas en observadores neutrales o voyeurs. Se destierra la empatía, la pasión y la búsqueda de la justicia. Los periodistas están autorizados a ver, pero no para sentir o para hablar con su propia voz. Funcionan como profesionales y ven a sí mismos como científicos sociales desapasionados y desinteresados.

«Este alarde de falta de parcialidad, impuesto por las jerarquías de los burócratas, es la enfermedad del periodismo estadounidense”, señala el autor de la nota, que se refiere específicamente a la prensa de su país, aunque acaso su análisis bien podría funcionar como disparador para visualizar qué sucede en otras latitudes.  Hedges demuele el mito de las dos caras de la realidad, el cuentito de contar las dos campanas y ese tipo de simplificaciones, siendo que la realidad posee infinitas y cambiantes aristas, afirma el autor. Estas falacias finalmente conducen, se indica en la nota, a publicar la “versión oficial” de los hechos. Es decir la del poder.

Volvemos a la época de la aristocracia griega, entonces. Los más poderosos son los que indican qué es verdadero y qué es falso. Lo pueden hacer directamente, o a través de escribas a su servicio. Porque lo que el texto muchas veces oculta bajo el ropaje de la objetividad (y a esto le han llamado “ideología”), es desde dónde, desde qué lugar social e histórico, desde qué intereses particulares se dice lo que se dice. O sea, al servicio de quién, de los intereses de qué actor social, está el texto. O sea que muchas veces sigue ocurriendo lo mismo que durante la aristocracia griega, pero ahora bajo el ropaje de una presunta “objetividad” que es apenas una engañifa.
La opacidad del discurso, su capacidad o incapacidad para reflejar la realidad, sin embargo, no borran en absoluto el límite ético en el ejercicio de la labor del trabajador de prensa. Ese límite es claro, concreto, y preciso. El límite es mentir a sabiendas, tergiversar una información. La mirada subjetiva pero honesta describe lo que ve, desde su particular punto de vista, desde su específico lugar social y económico, pero describe lo que sinceramente ve. El mito de la “objetividad”, en cambio, oculta muchas veces los intereses más inconfesables e inconfesados.
Por eso, los que hablan de “objetividad” y “periodismo independiente” dejan al desnudo, al usar estas expresiones que saben falaces, que cuentan con el alto grado de impunidad de los más poderosos, en principio. Y develan, asimismo, el núcleo duro, el trasfondo más oscuro y oculto de su ideología: desprecian al público, no lo respetan en absoluto, intentan manipularlo en beneficio de sus patrones. Y hablan desde la orgullosa posición de quienes lo hacen en nombre de una élite que ha hecho de la verdad su propiedad privada.

Enlaces relacionados:
Para acceder al ensayo completo de Hedges, en inglés, haga clic aquí
Para acceder a la nota de Argenpress, en español, haga clic aquí.

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