(Notas de Usuarios) – Necesario Desagravio Tratando de superar un profundo malestar anímico releía, en estos días, el Facundo de Sarmiento. Si atraviesa usted un período de desazón, no es la lectura más recomendable para elevar el espíritu; comprenderá pronto el por qué. Más allá de las críticas que el autor mencionado vierte sobre Quiroga y Rosas, que se podrán compartir o no, encontraba un indudable parangón -y he allí lo lamentable- con nuestra realidad actual. Nuestro país se halla dominado por un caudillo que utiliza -más de ciento cincuenta años después de lo descripto por el ilustre sanjuanino- los mismos métodos: uso de títeres para cubrir funciones dirigenciales, adhesión de voluntades mediante adulación, dádivas y pingües negocios para sí y para aquellos que son funcionales a su ideología, y revanchismo feroz para quienes osen pensar distinto. Ergo, es dudosa nuestra evolución como sociedad si, acercándonos al bicentenario, no hemos progresado mayormente.
Esta clara muestra de despotismo -a cuyo ejemplo basta recordar lo ocurrido en el INDEC con la separación de su titular por negarse a convalidar un fraude estadístico- tiene hoy su parangón en una institución provincial; quizás esto último esté ocurriendo, ansío creer, a espaldas del señor Gobernador o de sus Ministros, quienes parecen ignorar lo que acaece en su territorio. O son los funcionarios unos ignorantes de estos gravísimos sucesos, o son la cabeza de los mismos; no caben aquí posiciones intermedias. Lo cierto es que mientras mucho se declama desde los discursos, poco es lo que se hace en la realidad para subsanar los problemas que nos aquejan como sociedad, al menos en lo que atañe a la temática de la (in)seguridad y el tratamiento penitenciario de los criminales.
A mayor abundamiento sostengo -enfáticamente- que una importantísima institución provincial de (supuesto) tratamiento criminológico, la Unidad Penal N° 4, ha sido literalmente descabezada de uno de sus más conspicuos, honestos y pensantes miembros, para ser relevado por un sujeto dócil, fiel y adicto al amo de turno; personaje este que el mismo Sarmiento describiera como “hombres materiales, aquellos que pacen su pan bajo la férula de cualquier tirano; los hombres, en fin, para quienes el interés de la libertad, la civilización y la dignidad de la patria es posterior al de comer y dormir.”
O, podríamos decir, por un personero como el ser inauténtico de Heidegger. De esta forma, se logra lo anticipado por Santiago Ramón y Cajal en el sentido de quitar, al carro de la civilización, la rueda de la ciencia, ya que siendo la ilustración la base de toda oposición a cualquier tiranía caudillista, la intención tras estos hechos es clara: manipular las leyes y violar las normas para arrasar los núcleos sociales de pensamiento educado, extirpando de raíz toda reflexión científica liberal y logrando, al mismo tiempo, uniformar, encuadrar ideológicamente a los restantes individuos mediante el terror y la consiguiente anulación, o simplemente la compra, de sus ya pobres voluntades. Contando entonces, dentro de la estructura misma de poder, con laderos incondicionales en lugar de aquellos mejor formados -gente de pensamiento propio y, por tanto, sin tendencia a la genuflexión- queda asegurada la infame continuidad del más fatídico accionar por parte de algunos funcionarios. Falta mucho tiempo aún para que se cumpla la predicción del mismo Sarmiento cuando, de manera algo ingenua, señalara: “La inteligencia, el talento y el saber serán llamados de nuevo a dirigir los destinos públicos como en todos los países civilizados.” Téngase muy presente sin embargo -a la hora de designar un individuo para determinado cargo- que la mera acumulación de títulos académicos, sin el necesario compromiso ético y moral con la función, no sólo no es útil al bien común sino que, al contrario, resultará palmariamente nociva.
Debíamos esta paupérrima reparación al Sr. Dr. Miguel A. Canziani, persona proba y cultivada en toda la extensión de la palabra, víctima inocente de manipulaciones maquiavélicas de muchos que -con la necesaria complicidad, activa o pasiva, de otros- sólo persiguen mantener el statu quo. Es de lamentar el silencio de numerosos pares del citado profesional, temerosos, serviles o incapaces de toda reacción como no sea su propia humillación, aún cuando ellos mismos resulten -sin saberlo, o sabiéndolo pero sin capacidad espiritual ni intelectual de resistencia- también afectados por el poderío infame de ciertos estamentos dirigenciales. Es deseable que estas líneas, de fundada opinión, no generen nuevas represalias aunque, de así ocurrir, esto será siempre infinitamente más benigno y más tolerable al espíritu templado que el silencio cómplice.
Dr. Alejandro A. Bevaqua Médico – Especialista en Medicina Legal M.P.: 220167 DNI: 12971872
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