(Especial para Periódico Ático) – En Bahía Blanca, concretamente en la Capilla San Juan Bautista de Villa Miramar y bajo la supervisión de Caritas Santa Rita, este año tuvo lugar una actividad poco conocida, pero de significativa importancia para todos los que participamos de la iniciativa: se trata de talleres formativos para jóvenes de 14 a 18 años de edad, una brecha de riesgo librada a su suerte ya que al menos en ese sector, la acción social oficial no existe. Y el que diga otra cosa miente. En el caso de los citados talleres, orientados a periodismo comunitario y música, con el soporte de una psicóloga, han logrado captar la atención de estos chicos, que no difieren en mucho de tantos otros, pese a lo que se nos quiere hacer creer. Lo concreto es que nadie se hace cargo de esta deuda social y se elaboran grandes discursos, mientras los que necesitan ayuda esperan por una oportunidad de inclusión social. Un chico que descubrió sus destrezas para el dibujo; una chica que escribe poesía y otra que juega tan bien al ajedrez, al punto de haber ganado un primer premio en un certamen local. No son cosas que pasan en el centro, en el Barrio Universitario ni en Palihue. Ocurren en Villa Miramar, seguramente para sorpresa de muchos.
Deudas Pendientes
La canchita de fútbol para que los chicos no tengan que ir a un club donde se sienten discriminados por ser becarios de un barrio pobre, el vestuario o las duchas para el potrero donde miden sus destrezas deportivas, la plaza con juegos infantiles para que los más pequeños tengan un tobogán o una hamaca, los padrinos para el jardín de infantes (que todavía no aparecen), el mejoramiento de las calles –que son un desastre-, el salón de usos múltiples donde enseñar oficios como cocina, pintura ó computación, un mejor sistema de recolección de residuos añadiendo contenedores, becas a nivel terciario y universitario para los que con mucho esfuerzo terminaron la secundaria pero no tienen otra opción más que trabajar como ayudantes de albañiles o en el servicio doméstico porque hay que contribuir con la escueta economía familiar; son las cosas que forman parte de la larga lista de necesidades que tiene el barrio y nadie atiende.
Los jóvenes de Villa Miramar, a quienes conozco y aprecio, no son delincuentes como muchos creen. Son individuos que se han visto privados de muchas oportunidades y requieren urgente atención en honor a la inclusión social que podría solucionar buena parte de los problemas que tenemos como sociedad.
Todavía hay personas que creen que la inseguridad se combate metiendo preso al chico que roba una bicicleta. Delincuentes hay en todas partes y por cierto esa no es la solución. La solución sería no dejar librados a su suerte a estos jóvenes: hacer verdadera acción social, con un presupuesto acorde a las necesidades; no por cierto dando más dinero a la secretaría de Gobierno que a la de Promoción Social, como acabamos de anoticiarnos los bahienses al conocer los alcances del Presupuesto 2010. Esta realidad debería avergonzar a los funcionarios de turno, comenzando por el intendente, quien mientras estas carencias se consolidan en el tiempo, se da el lujo de viajar a Europa sólo porque le gusta y encima nos hace creer que mientras disfruta de los placeres del Primer Mundo se encuentra en Bahía Blanca trabajando.
El gobierno dice que tiene proyectos sociales pero en Villa Miramar no los vi. El de Cáritas, es un ejemplo y un modelo a seguir que debería tener más respaldo y acompañamiento. En el taller de música los jóvenes aprendieron a tocar instrumentos y el grupo hasta ofrece representaciones en distintos puntos del barrio. En el de periodismo ciudadano aprendieron a conocer sus derechos y obligaciones como vecinos responsables, pero también a ejercer la auditoría social.
Para los docentes, la tarea se hace con la alegría y esa cuota de responsabilidad que debemos tener, necesariamente, los que por distintas razones nos sentimos privilegiados: porque fuimos a la escuela y tuvimos padres que se ocuparon de nosotros, porque alguien pagó por nuestros estudios y lavó nuestro guardapolvo o preparó un plato de comida caliente para cuando volvimos de la escuela , porque tuvimos ropa deportiva cuando nos tocó competir, porque pudimos ir a la universidad y convertirnos en profesionales, porque tenemos con qué llenar la heladera. La mayoría hemos trabajado duro por estos “bienes terrenales” y hasta tenemos la gracia de otros dones como la salud de nuestra familia y la propia. Pero otros no tuvieron esa suerte. Nacieron en hogares disfuncionales, mamaron la violencia física y emocional desde pequeños, se han visto privados de casi todo y apenas conocen una vida de sufrimientos y miserias, de marginación o abusos.
Una jovencita de 17 años, a quien yo le contaba esta realidad, residente en un barrio acomodado de la ciudad me dijo descaradamente: “yo no tengo la culpa de ser rica”, enfundada en un jean de 400 pesos. Qué descarada, pensé. Ellos tampoco tienen la culpa de ser pobres. No se trata de culpas. Lo que se nos da, cualquiera sea el origen, implica responsabilidades, a las que lamentablemente no se hace honor. Para la burguesía, la derecha bahiense y el gorilaje que suele pulular por cada esquina de esta ciudad, es más cómodo mirar para otro lado y culpar de todo a los demás. No tienen ni idea de lo significa dormir a la intemperie, que se te inunde el diminuto espacio en el que vivís, que casi te asfixies de calor en el verano por la temperatura que irradia una chapa o te congeles en invierno, cuando los grados se ubican por debajo de la línea de congelamiento. No pueden saberlo porque no conocen ni de cerca lo que se siente cuando trabajás 12 horas al rayo del sol, pero la changa apenas te alcanza para un kilo de pan y un litro de leche, tal vez un litro de vino también, en el que ahogar las penas. Nadie llega a su casita en esas circunstancias, dispuesto a leer un libro de Jane Austen.
En Villa Miramar pasan cosas. Malas, como en todas partes. Pero también pasan cosas buenas, que lamentablemente nadie ve.
Ya es hora de que los que más tienen sacudan su modorra espiritual y monetaria y hagan algo por sus semejantes.
Solo con una mejor distribución de la riqueza las sociedades mejoran. Eso nunca sucederá si los grandes dineros siguen yendo a los bolsillos de los que más tienen, convirtiendo en más ricos a los que ya tienen demasiado y empobreciendo con sueldos de miseria a los que menos tienen. Encima, hay sujetos que tienen la osadía de burlar las leyes, evadiendo al fisco o robando agua mediante conexiones clandestinas que sirven para llenar sus lujosas piscinas, en las que nadan plácidamente, con la conciencia tan negra como el humo que escupen las chimeneas del Polo.
Fotos Talleres Cáritas Santa Rita (2009):
Equipo Docente con parte de los chicos

Chicos y Jóvenes, en uno de los talleres de la capilla San Juan Bautista

Luz, de Villa Miramar, ganadora primer premio certamen Ajedrez Banco Credicoop


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