Creemos firmemente que el problema de adicciones es un tema relacionado con la salud, tal vez habría que pensarlo como un problema Social, es decir una patología social y la persona dependiente, requiere asistencia en ámbitos especializados. Pero también debemos subrayar que la liberación del consumo de las sustancias ilegales, no que ayudará a disminuir los excesos propios del consumo de las mismas.
Desde hace años, circulan discursos que categorizan a las adicciones como un problema de los jóvenes, si bien esta problemática se extiende en una franja etaria que abarca desde los púberes hasta los adultos mayores; variando en la frecuencia, cantidad y tipo de sustancia, existiendo un alto porcentaje de iniciación del consumo en la adolescencia. Esta afirmación se sustenta, dado que la adolescencia es la etapa de la vida de mayor vulnerabilidad, de una persona por las propias transformaciones biológicas, psicológicas y sociales, que en ella se producen.
Como decíamos anteriormente, el eje del problema no son las sustancias, sino qué le pasa a ese joven que no puede encontrar otras formas de elaborar y resolver los conflictos y procesos que está atravesando. Hay que dilucidar para qué le sirve la droga y por qué no puede encontrar otra manera de encarar los obstáculos que se le presentan.
Si bien no todo adolescente que consume o prueba drogas o alcohol llega a tener un problema de adicción, muchos pueden llegar a tenerlo; los padres de púberes y jóvenes a menudo preguntan cómo saber si su hijo “se droga”, la respuesta no es sencilla; pero sin duda, una de las maneras es escuchándolo.
Los adolescentes -y no sólo ellos- pueden hablar mejor sobre cualquier tema con quienes “saben” escuchar.; cuando se juzga, se aconseja o sermonea en exceso, se critica, se ridiculiza, no se toman en cuenta o se toman a la ligera sus opiniones o existen grandes contradicciones entre lo que se dice y hace, se están colocando obstáculos en el vínculo con los hijos. “Escuchar” no se trata sólo de no interrumpir mientras el otro habla, sino de tratar de comprender lo que nos dice y lo que quiere decirnos.
Estrategias de prevención:
• Generar espacios de comunicación donde la expresión de sus opiniones y manifestaciones sean valoradas,
• Evitar comparaciones entre sus resultados y los de los demás,
• Disponer normas y límites claros y coherentes;
• Facilitar la inclusión en actividades que permitan construir vínculos y pertenencias,
• Alentar la inserción en espacios que permitan el despliegue de la creatividad y el desarrollo de capacidades y destrezas, etc.
Está claro que no existen políticas preventivas consensuadas y duraderas, y por ello entendemos que debemos establecer las estrategias y acciones locales, que producirán mayor incidencia en las personas y su entorno; en las políticas de prevención de las adicciones, debemos planificar e incrementar cualitativa y cuantitativamente los programas Preventivos que fortalezcan los factores de protección de la comunidad, estableciendo como concepción: Pensar más en el sujeto y no tanto en el objeto. Este proceso preventivo debe poner el acento en las dificultades de las personas, que deben convertirse en el eje central para ayudarlos, en el abandono de comportamientos adictivos.
Hernán H. Herbalejo
Prof. en Ciencias Políticas
Asesor en Políticas Sociales
Integrante de Instituciones Sociales y Culturales de la Comunidad de Ingeniero White
