Dos: el aumento ingobernado del volumen urbano de autos. Si se tiene en cuenta que cualquier auto en aptitud de circular significa la pérdida de por lo menos mil pesos mensuales de capacidad de gasto para su tenedor, es irracional adquirir un rodado “para buscar los chicos al Jardín” o metas similares. La ilusión de poseer un auto debe contrastarse irremediablemente con esos mil pesos (como mínimo) que se pierden cada mes de ser gastados en otro item valioso.
Tres: el servicio de taxis y remises en esta Ciudad es desparejo y caro. No hay regulación municipal que ayude a que el propietario del taxi tome en serio su inversión, mantenga actualizada la unidad, respete la situación de sus choferes (que manejan 12 o 14 horas diarias en medio de todo el stress urbano). En Bahía Blanca, un taxi llega a significar fácilmente 10 a 15 mil pesos de ingreso bruto por mes (según la parada). Descontando los 4 mil que puedan llevarse los choferes, queda un monto importante como para renovar a 0 km el taxi cada cinco años. Máxime, con las tarifas actuales.
Cuatro: los colectivos no deben circular por el microcentro. Deberían hacerlo a dos cuadras del mismo, por ejemplo. Eso aliviaría en mucho el tránsito más denso.
(¡Ah! Se cumple lo que previmos hace cinco años. Dejar que el pago individual del boleto sea la forma de financiar el sistema intraurbano de transporte está llevando aceleradamente a su monopolización).
Lo expuesto nos induce a reclamar que todos: Municipalidad, taxistas y vecinos ordenemos el drama del tránsito local.
