Los empresarios de la construcción tenían razón en estar preocupados. Allá por febrero, cuando la crisis económica global pegaba sus primeros coletazos sobre la economía bahiense, lanzaron el primer alerta ante la Mesa de Crisis creada en el Concejo Deliberante. «Se perdieron 1500 empleos en menos de 6 meses» advirtieron aquella vez. Hace poco menos de un mes, fueron la Cámara de la Construcción, la UOCRA y los colegios profesionales ligados a la actividad reunidos en la Corporación del Comercio y de la Industria, los que volvieron a llamar la atención sobre el parate que viene afectando al sector constructivo de la ciudad. «Hay intentos de instalar nuevos corralitos» dijeron esa vez, luego de que vecinos de la calle San Salvador hicieran oír sus quejas contra la instalación de un edificio horizontal que amenaza con cambiar y complicar la fisonomía del sector ubicado entre Rodríguez y 19 de Mayo a la altura del 800. Ahora es la fría estadística la que confirma aquellos temores. Bahía Blanca está a la cabeza de las ciudades del país que menos permisos de construcción habilitó en los primeros siete meses del año, según publicó el sitio digital especializado El Informativo Inmobiliario.
Si bien es cierto que por estos días pueden observarse varios horizontales en construcción en distintas zonas de la ciudad, los countries no dejan de ampliarse y algunos barrios en extenderse, evidentemente el ritmo de los trabajos no es ni por asomo el que se dio en aquellos años post-corralito (el de Cavallo y De la Rúa, no el local que alcanzó a los barrios Napostá y Universitario). Como suele ocurrir, el fenómeno es multicausal y no se le debe echar la culpa a un solo motivo. Ni tampoco consolarse con que a otros le pasa lo mismo porque, como bien señala el informe mencionado, para el mismo período hay ciudades donde no sólo la actividad no cae sino que se expande. Evidentemente hay factores locales que influyen en ese resultado. Y uno de los primeros que merece mencionarse es la situación de arrastre que dejó la veda constructiva en aquellos dos barrios sobre el ritmo de despacho de permisos y habilitaciones en el área municipal de Obras Particulares. Si a ese dato inicial se le agrega la desconfianza en las expectativas económicas que generaron la crisis criolla del campo y la globalizada de las hipotecas, el resultado difícilmente pueda ser alentador. Las dudas que se acrecientan en torno a la culminación de las obras de infraestructura con financiamiento de la Provincia y la Nación, sin siquiera ya mencionar la ilusión de que comiencen las adjudicadas ó prometidas, no hace más que agregar tonos oscuros al horizonte inmobiliario de la ciudad.
