(Editorial – Por Sandra Crucianelli) – La presidenta de la Nación Cristina F. de Kirchner llegó a la ciudad, pero en vez de organizar un acto abierto al público, optó por el de las puertas cerradas. El espacio elegido fue el Teatro Municipal, patrimonio de todos, aunque sólo entraron los amigos K. Una prolija invitación, como si se tratara de una función teatral, con fila y butaca designada, fue enviada hoy a los selectos designados, dedo mediante. El resto, afuera y a otra cosa. Sin que nadie chistara demasiado, la mandataria dijo que su gobierno es el mejor de todos, ya que según sus cálculos, hizo en 3 años lo que no se hizo en 30, discurso mentiroso que ya había ensayado el intendente municipal y supo sacar de las casillas a la oposición radical. También pecó de contradictoria: apeló al discurso perimido que utiliza la burguesía que tanto denosta, al sostener que hubo otra Argentina en la que Bahía Blanca fue protagonista del sur, cuando desarrollamos el perfil industrial, en una Argentina que le agregaba valor a sus productos y habló de punto nodal. Sólo le faltó mencionar a “la puerta y puerto del Sur Argentino”, slogan carente de sentido al que se apela cuando conviene, sin percatarse, claro, de las interesantes conclusiones de la
investigación científica desarrollada por Valentina Viego, y que la presidenta, o al menos sus asesores, deberían leer con un poco de detenimiento. Pero el problema con ella no es lo que dice, sino lo que hace o en otros casos, lo que deja de hacer.
Convertir en asuntos privados a cuestiones que deberían ser públicas y abiertas a los ciudadanos, como una visita presidencial, no es sino otra muestra más de la discrecionalidad con la que su gobierno maneja sus apariciones, del mismo modo que maneja los fondos que nos pertenecen, pero que sabe administrar muy bien en tiempos de campaña, arremetiendo contra el electorado con planes, corporaciones, préstamos, beneficios o promesas enfrascadas en la letra de convenios que sólo los privilegiados pueden leer. La información pública, bien gracias.
Y si no, que diga la presidenta, su gobernador y su intendente bahiense, cuánto dinero público se gasta en la contratación de artistas para mantener entretenida a la gente mientras los chicos pasan frío en las escuelas.
Decir como dijo hoy en la ciudad, que el año que viene, -cuando lleguemos al Bicentenario-, se habrá destinado el 6 % del PBI al presupuesto educativo no es más que un frío número carente de sentido, si en las guarderías municipales los caños están rotos, si en las escuelas secundarias los chicos tienen que hacer una sentada porque no tienen dónde estudiar, si en la universidad hay que escuchar las clases con campera porque el gas está cortado y si en la Casa de la Cultura de Avenida Alem, a pasitos del Teatro, no sólo no hay gas sino tampoco baños disponibles, ni siquiera para las visitas.
De qué sirve que digan que el año pasado tuvimos un superávit comercial de 13.000 millones de pesos, haciendo alarde del presunto crecimiento de nuestro país, si cada vez que vamos al supermercado se trae menos y se gasta más. Si las tarjetas de crédito son la única vía de compra, sumiendo en el endeudamiento a miles de argentinos que tienen que bancarse tasas de interés de hasta el 35 %, mientras el Banco Central mira para otro lado.
El intendente, durante el acto, sumó una línea desafortunada, al recordar que hace 60 años, en ese mismo escenario, había estado Eva Duarte de Perón. Como si Evita, -como cariñosamente la llamaban sus descamisados-, fuera comparable con la mujer que privilegia al capital y despilfarra el dinero de todos, para beneficiar a los amigos del poder.
Tampoco se entiende qué hacían el ministro Massa y el gobernador Scioli, acompañando a la presidenta, cuando son candidatos y por ende deberían haber tomado licencia en sus cargos. Los juristas no se ponen de acuerdo en la legalidad o no de la actitud de quienes siguen en un puesto oficial y al mismo tiempo en campaña. Aunque no hay una ley que obligue a los postulantes a tomar licencia, deberían hacerlo para evitar la autopromoción con fondos públicos, algo expresamente prohibido por el Código Electoral. Hacer proselitismo sobre la base del cargo es algo inaceptable. El artículo 64 establece que durante la campaña electoral, la publicidad de los actos de gobierno no podrá contener elementos que promuevan expresamente la captación del sufragio. ¿Acaso no vino a hacer esto la presidenta a Bahía Blanca?
Tampoco hay que olvidar que la ley de ética pública prohíbe que en la publicidad oficial consten nombres que supongan promoción personal de funcionarios públicos. Scioli incumple esa ley en las gigantografías, como la que se ve en calle Sarmiento y que comparte con Kirchner, y lo peor de todo, sin que nadie se lo haga notar.
Como frutilla del postre, Cristina Fernandez de Kirchner, dijo hoy en Bahía Blanca que la grandeza de la Nación había comenzado el 25 de mayo de 2003, en alusión a la llegada del kirchnerismo al gobierno.
Menos mal que Mariano Moreno dejó documentadas sus ideas: «El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; debe aspirar a que nunca puedan obrar mal». Lo dijo poco antes de morir, envenenado por sus enemigos. Menos mal que existió un Manuel Dorrego, gobernador honesto como pocos, depuesto y fusilado por Lavalle, poco después que la clase terrateniente le retirara su apoyo político. Menos mal que hubo un Manuel Belgrano, que murió en la pobreza extrema, precursor del periodismo nacional, impulsor de la educación popular y la justicia social. A la presidenta alguien debería recordárselo.