Cristian Breitenstein y el Arte de Gobernar

(Editorial) – En sintonía con lo que viene haciendo desde que está al frente del municipio, el intendente municipal Cristian Breitenstein sigue tomando medidas que afectan negativamente a la población, como aumentar por decreto el valor del pasaje en micro, a expensas de los usuarios y de los ciudadanos en general, que deberemos financiar los subsidios a los empresarios con los fondos públicos que se nutren de nuestras tasas e impuestos. Fue la medida más fácil de tomar. Lo difícil hubiera sido hacer que las empresas a las que tanto defiende el establishment oficialista, pongan las barbas en remojo y ofrezcan un servicio decente. O más aún, reconocer públicamente que la «reforma» tan mentada, no fue sino un invento que sirvió para favorecer a los amigos del gobierno nacional, dejando afuera a las compañías locales más pequeñas, que tampoco supieron brindar, -justo es decirlo-, un servicio acorde en las últimas décadas.

Difícil hubiera sido plantarse frente a la ciudadanía para reconocer que el sistema actual es un fiasco, barajar y dar de nuevo, con la sana intención de ofrecer unidades limpias, viajes cómodos, frecuencias acorde a las necesidades de los vecinos y garantías de eficiencia.

Sucede que el buen gobierno no es cosa fácil. Se convierte en tarea sencilla y cómoda, si el que gobierna decide cargar en los otros, atriubuyéndoles ansias electoralistas, los errores propios, tal como seguir sosteniendo que el servicio es eficiente argumentando que las reformas implementadas fueron consensuadas por los vecinos, como si eso fuera cierto.

La decisión que tomó Cristian Breiteinstein apunta a fortalecer el engendro que él mismo contribuyó a crear, del cual pretendía salir, -cómodamente por cierto-, de la mano de la oposición.

Paralelamente, esperaba la gracia de la misma oposición para que le avalara la falsa candidatura de Federico Weyland, que finalmente consiguió, y no por ánimos electoralistas de terceros, precisamente.

No era lo único que hacía. También preparaba «arquitectónicamente hablando», su rauda salida del kirchnerismo, para ampararse bajo el ala de la alianza De Narváez-Solá-Macri, ahora que sabe que en Bahía Blanca, la Union PRO es la que mejor posiconada está en el ánimo del elector.

Duhaldistas al fin, los hombres de Dámaso Larraburu, siempre estarán dispuestos a hacer lo que tengan que hacer y abandonar a quien haya que abandonar, de modo tal de quedar ubicados lo mejor que se pueda.

Porque los muchachos duhaldistas han cultivado siempre el arte de la comodidad, adaptándose para la foto al menemismo o kirchnerismo, según mejor convenga.

La tarea del buen gobierno, sin embargo, de cómoda no tiene nada. Tamaña destreza no puede ser cultivada por quien no movió un dedo a fin de evitar que el fin de semana se dejara sin servicio a los usuarios del transporte. Menos aún, por quien quien desde la comodidad de un sillón, donde quiera que éste se ubique, abandona el barco perdedor para subirse al ganador lo antes que se pueda. No sea cosa de quedarse afuera.

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Encuentro Breitenstein-De Narvaez. Fuente: LaNueva

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