Cosas que no deberían pasar en Bahía… Pero Pasan

Asueto, desidia, falta de control y buena fortuna. Si usted introduce estas cuatro palabras en Google, no encontrará respuesta alguna. Sin embargo, la combinación de esas cuatro palabras ó conjunción de ellas bien podría remitir a un par de hechos graves, aunque con efectos moderados por la suerte, que ocurrieron en la ciudad en las últimas horas. Uno sucedió durante el festejo del 1 de enero en el Balneario Maldonado. Un millar de personas celebrando la llegada del Año Nuevo, entre ellos la familia Vilches, de Mendoza y de paso en Bahía Blanca visitando familiares. Walter David, de 4 años, jugaba en el sector de mesas y bancos de cemento del complejo cuando uno de estos cedió imprevistamente y cayó sobre sus dos piecitos. Alarma y primer sorpresa: en el balneario no hay ambulancia, pese a que por el lugar pasaron en el día casi 3.000 personas. Llamado al 911, llegó a los 20 minutos. Segunda sorpresa: la médica de la ambulancia, al enterarse de que la familia no era de la ciudad, duda sobre si transportar ó no al chico herido. Luego quiere llevarlo al Hospital Penna, en la otra punta de la ciudad. El padre se cansa, baja al pequeño (dolorido y con llanto permanente) de la ambulancia y lo traslada cargándolo sobre sus hombros al hospital más cercano: el Municipal Leonidas Lucero, donde lo atienden de una doble fractura en cada uno de sus pies. Un mes de yeso en ambas piernitas y vacaciones extendidas a la fuerza en Bahía Blanca para la familia. Tercer sorpresa: medio día después del accidente con suerte, el lugar del balneario no está vallado. Sólo se cubrieron los restos del banco (había otros destruidos de la misma manera) con bolsas negras y nada impide que la situación se repita entre los familias que siguen llegando a disfrutar del sol, la sombra, el agua y las parrillas. Casi a la misma hora, en Ingeniero White, emergencia en el Hospital Menor. Desbordan las cloacas en un depósito cerrado con llave. ¿Quién tiene la llave?

 

Primera sorpresa: nadie sabe. Mientras tanto, las aguas podridas siguen saliendo e inundando la habitación, echando a perder cajas y cajas de medicamentos y leche, para entregar a los más necesitados que allí se atienden diariamente. El desborde y el olor crecen y los primeros en llegar, como siempre, los bomberos voluntarios de White. “Creíamos que era una simple pérdida de la cloaca del hospital, pero nos encontramos con algo mucho más grande y que no podemos resolver nosotros solos” admite Sergio Martínez, jefe de la dotación. Segunda sorpresa: ¿Y ABSA? El personal está de asueto y no parece haber ninguna guardia mínima.“Tienen un solo camión para toda Bahía Blanca y lo ofrecen recién para mañana” comenta con estupor Mario Tejeda, subdelegado de White. La emergencia no puede esperar y convocan a un camión de Covelia, para que ayude a destapar el sitio obstruido y que amenaza con extenderse a todo el barrio. Mientras tanto, los líquidos cloacales siguen saliendo y las empleadas de la cooperativa Ángel Borlenghi, que realizan la tarea de limpieza en el lugar, algunas ya fuera de su horario, no dan abasto con el secador a escurrirlos hacia la vereda por el acceso a la guardia. Por allí hay vecinos que piden ser atendidos y tienen que entrar por otro sector para que la médica de guardia, doctora Rita Ross, les proporcione los primeros auxilios. “Acá estamos poniendo todos un poco de voluntad para solucionar esto” resume con justeza la profesional. Es que atender una emergencia, un día de asueto en esta ciudad, parece requerir exclusivamente de eso. De la voluntad de los que le toca en suerte trabajar en estas jornadas. De la que demuestran a diario los bomberos voluntarios. De la que dieron muestras las empleadas de limpieza del Hospital Menor. La de la propia médica, asegurando que aún, entre la materia fecal líquida y el olor apestoso, no se dejara sin atención al que la necesite. Una fuerza de voluntad que se impone sobre la desidia de las instituciones, en su mayoría públicas, que no se preocupan por garantizar una prestación mínima de sus servicios, en estos días festivos. Puro voluntarismo. Una muestra de cómo estamos. Atados con alambre y rezando para que el viento, como aquella vez, sople para el lado del mar.

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