Por un momento, el puerto de Ingeniero White pareció Pearl Harbor. Esa fue la sensación al arribar a las inmediaciones del edificio del Consorcio de Gestión y ver las espesas y rabiosamente naranjas llamaradas de fuego de las que se desprendían densísimas columnas de humo, a sólo centímetros de las oficinas portuarias. Cinco focos de gomas quemadas y hasta un contenedor de CLIBA ardiendo en las propias bruces del centro operativo y político del puerto, alentados por el viento noroeste, pintaban un escenario de guerra, como si un ataque aéreo acabara de ocurrir, como aquel de 1941 que empujó a Estados Unidos a ingresar y desbalancear la Segunda Guerra Mundial. Esta vez los autores intelectuales no tenían los ojos rasgados, pero sí los rostros y cuerpos curtidos de extensas y repetidas jornadas a merced del sol en plena ría bahiense. Hace tiempo ya que en ese estuario la pesca no es lo que era y de tanto en tanto, los pescadores estallan, como este martes previo a la Nochebuena. O como en aquellas jornadas de otro diciembre, el de 2004, cuando el propio Rodolfo Lopes debió enfilar hacia White para calmar los ánimos y apagar otro incendio similar.
Esta vez, la sangre no llegó a la ría y bastó que el titular del Consorcio Jorge Otharán, fielmente acompañado por el real cerebro del organismo, el gerente Valentín Morán, convenciera a sus pares del directorio de que no se podía esperar hasta la próxima reunión del lunes del cuerpo directivo, para dar una respuesta a los pobres que “no se han enterado de que Carlos Marx está muerto y enterrado” cantaba proféticamente Serrat allá por los 90. Mil pesos era lo que pedían los pescadores para volver a casa a pasar las Fiestas con algo en los bolsillos, alentados por los recientes anuncios de ayuda social de la presidenta y empujados por una escasez de captura “que no alcanza ni para cubrir los costos del combustible” graficó Claudio “Chupa” Onorato, uno de los manifestantes más exaltados. Los 300 pesos que temprano ofrecía el Consorcio para cada uno de los 204 empadronados por la Cámara de Pescadores fue tomado como una burla y la presión posterior, no exenta de algunos destrozos, empujones y discusiones subidas de tono, logró subir el monto hasta 500 pesos, con la promesa de entregar una cifra similar, la semana que viene, los días previos a la despedida del bisiesto 2008. La cifra global, apenas por encima de los 200.000 pesos, representa para el Consorcio “la recaudación de dos días de amarre en los muelles” puso en cifras el retornado Pedro Santos, titular de la Cámara. La oferta, obtenida tras una reunión en el despacho de Otharán, fue aceptada de inmediato, aunque no tan rápido como la última asamblea de los municipales le dio el OK a la tenue y maquillada mejora de aumento del gobierno de Breitenstein. Antes se vivieron dos horas de tensión extrema, un escenario que muchos prevén se profundice a medida que la crisis financiera y económica global desembarque en serio en estas costas. Así, más que la última escaramuza de un embarullado 2008, ésta bien pudo haber sido la primera batalla de un 2009 que asoma muy conflictivo. Y como en todo choque bélico quedan heridos. “Acá se cometieron por lo menos tres delitos: daño (por la rotura de los vidrios en el frente y los fondos), intimidación (por el apriete a algunos directivos que no pudieron salir de las oficinas) y coacción (por obligar a alguien a hacer algo que no está autorizado a hacer, como dar dinero)” analizó, aún en caliente, uno de los asesores legales del Consorcio, adelantándose a la explicación de los hechos que harán ante la justicia federal ni bien comience a intervenir en el caso. El presidente del consorcio también es abogado, aunque está en ese puesto como político y sólo él sabe cuál de sus dos ocupaciones pesará más a la hora de evaluar judicialmente lo ocurrido. Quien no podía tener mejor bautismo de fuego es el prefecto Hugo Pallotta, flamante jefe de la Prefectura Bahía Blanca que asumió el lunes a la mañana y 24 horas después, ya tuvo acción. “Me la vendieron cambiada, me dijeron que acá era muy tranquilo” les confió el jefe a sus colaboradores, después de tratar de convencer a los pescadores de que “con violencia, no se llega a nada y no se va a hacer que vuelva la pesca”. Quien volvió a escena, aunque en un discreto segundo plano, fue el Tano González, el polémico empresario bailantero en la mira de la justicia por los crímenes de Luciana Moretti y Claudia Daiana Méndez. Las chicas eran habitué del boliche bailable del club Villa Mitre que regenteaba el Tano, también conocido como Papá Cumbiero, a quien se pudo ver como un pescador más entre los manifestantes.
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